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Madama Stael, una de las cabezas mas fuertes de nuestros dias, era una cabeza eminentemente poética. Rossi, el profundo economista, el político sesudo, uno de los primeros jurisconsultos del siglo, empezó su carrera literaria traduciendo en verso italiano los poemas de Byron, por lo que ha merecido los elogios del severo historiador Mignet.

Contestó el Embajador «que Antonio Pérez y los demás acogidos á Francia, á todos es muy manifiesto que eso fué en tiempo de la guerra y no después de la paz hechaPero un documento de mayor importancia, que no conocieron Bermúdez de Castro ni Mignet, explica con mayor claridad por qué el Duque de Lerma entretenía indefinidamente la solución tan esperada.

M. Mignet, que poseía una con otro título, Vida reservada del Señor Rey Phelipe 2.º, por Antonio Pérez, no dudó que el autor fuese realmente el ex-Secretario del Rey elogiado, y transcribió la relación de los últimos momentos del Soberano, porque se supiera que «la muerte no le quiso arrebatar antes de haberle hecho sentir que los príncipes y monarcas de la tierra tienen tan miserables y vergonzosas salidas de la vida como los pobres de ella.

Pensó M. Mignet que desconcertado el Rey Felipe II en la venganza con la huída de Pérez; temeroso del mal que con la revelación de los secretos de Estado fuera capaz de hacerle, procuró volviera á España con engaño, fin de las referidas indicaciones; y ya que no lo consiguiera, intentó matarlo, ganando á las personas menos sospechosas á su natural suspicacia, como eran el genovés Mayorini, compañero de evasión, y el aragonés Gaspar Burces, también fugitivo . El literato francés se fundaba en el dicho del mismo Pérez y en algún precedente de ofertas hechas para su captura cuando estuvo en Sallent , no recordando, sin duda, otros de más importancia.

El propósito de asesinato hizo realmente mucho ruido por entonces en Londres: varios historiadores, Birch, el mismo Pérez, lo consignan; pero es asunto, lo mismo que el de otros intentos contra la vida de Isabel, que dista mucho de la claridad y de las pruebas que harían falta á una afirmación cual la hizo M. Mignet.

Hay más: la colección de documentos de Birch, citada por M. Mignet, contiene algunos que valen la pena de registro.

Morel Fatio que se engañó M. Mignet al afirmar que la pensión no fué devuelta ; pero habiendo sido necesario un milagro para conseguir este socorro que pronto liquidarían los acreedores, no parece que el engañado fuera M. Mignet. «Estoy en el extremo último con haber ya agotado á mis amigos que me socorrían y con no saber dónde hallar el pan de mañana

M. Mignet no ha encontrado indicio que acredite este incidente más que los anteriores, ni en la Colección Birch se justifica tampoco: hay, como se verá, documentos que en una parte lo contradicen. Deshecho también este proyecto, determinó retirarse á Inglaterra á esperar su suerte á la sombra de sus antiguos protectores .

Halláronle dos pistoletes cargados cada uno con un par de balas encajadas en cera, por seguridad de la puntería, y fuera de la ciudad le esperaba el criado con los caballos. Ante el tribunal confesó su traición, por lo que fué ajusticiado en la plaza de la Greve . La exposición de M. Mignet se parece mucho, como procedente del mismo origen.

Bermúdez de Castro no sabía que ya desde el siglo anterior circulaban en Inglaterra importantes documentos de la historia de Antonio Pérez; las cartas confidenciales que había dirigido al Conde de Essex, conservadas entre los papeles reservados de Antonio Bacon . No pudo tampoco haber á las manos la correspondencia oficial de los embajadores de España en Francia, sustraída del Archivo de Simancas; y como hallara en la marcha de los sucesos lagunas infranqueables, buscó en el criterio vehículo con que pasarlas; recurso criticado por M. Mignet, al advertir que los pormenores, á su parecer de pura invención, amenguan el valor y la autoridad de tan buen trabajo.