Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 11 de julio de 2025
Llegó la madre Larín muy alarmada, temiéndose alguna trapisonda, y Currita, con patético ademán, se arrojó llorando en sus brazos... Era aquel día el más grande de su vida; por fin le concedía Dios lo que con tanto ahínco le había pedido siempre: ¡tener una hija religiosa!... Cierto que le pasaba aquello el alma de parte a parte, que quizá le costaría la vida separarse de aquel pobre angelito; pero lo que sentía ella era no tener siete hijos como santa María Magdalena de Pazzis, para ofrecérselos a Dios uno a uno. ¡Estaba el mundo tan malo!...
El pobre «rey» conoció una reina que no había sospechado nunca: injusta, rencorosa, sarcástica, propensa á encontrar malo todo lo de su marido. Una mañana, á la hora del breakfast, por una discusión insignificante, la misma mano que había disparado varios tiros en el Puerto Viejo de Marsella agarró un plato y lo arrojó contra la cara del hombre célebre. La porcelana se hizo pedazos, hiriéndole.
Sin mirar a Ramiro, acercose a la hornacina, haciendo como que examinaba el ardid; luego, volviendo su rostro, arrojó su indignación contra la anciana, en las sílabas guturales y fuertes de su algarabía.
Se enfureció Pirovani, pero con una cólera ardiente, al recibir tal insulto en presencia de Elena. Y como su violencia de sanguíneo necesitaba pasar á la acción, por toda respuesta se arrojó sobre el ingeniero, abofeteándole. Inmediatamente los dos hombres se agarraron, luchando á brazo partido, mientras la Torrebianca, perdida la serenidad, empezaba á dar voces de espanto.
Recuerdo lo que dice: aquel confesor le tenía gran afición, pero estaba perdido por culpa de unos amores sacrílegos; habíale hechizado una mujer con malas artes, con un idolillo puesto al cuello, y no cesó el mal hasta que la Santa, por la gran afición que su confesor le tenía, logró que él le entregase el hechizo, aquel ídolo que era prenda del amor infame; y usted sabe que ella lo arrojó al río y el clérigo dejó su pecado y murió después libre de tan gran delito.
Tanta, que ni siquiera reparó en la niña, que, por haberse limpiado las lágrimas con las manos después de oprimirse con ellas la cabeza, tenía la cara manchada de sangre. Pero Juana sí, y al punto arrojó la obra en que se ocupaba; saltó por encima del mostrador sobrecogida de espanto, y tomando a la niña en sus brazos, ¡Hija mía! gritó . ¿Qué sangre es ésa?
Me embarqué de mañana en el bote, y fuí á reconocer la ensenada: entré por un arrojo y lo seguí como dos leguas, hasta que no hallando agua para el bote, por esparcirse esta en diversos arroyos muy pantanosos de fango, di vuelta y pude desembarcar, aunque con fango á la rodilla.
Don Juan se quitó el sombrero, lo arrojó precipitadamente sobre la mesa, y salió al encuentro de la duquesa. Doña Juana de Velasco entró vestida, por decirlo así, de pontifical, y contrariada, sumamente contrariada. Su orgullo estaba lastimado.
Aturdido solamente por los golpes que habia recibido en la cabeza, volvió en sí poco á poco sin que nos apercibiésemos de ello, y cuando yo ménos lo pensaba, se arrojó sobre mí, haciéndome de un solo golpe ocho heridas con sus enormes garras, una de las cuales, de mas de tres pulgadas de largo, me atravesó el brazo de parte á parte, entre el cubitus y el radius, desgarrándome uno de los tendones.
A instancia de la presidencia relató de nuevo la escena en que el P. Gil arrojó de casa a su penitenta. A las pocas palabras ésta dio señales de agitación y se puso horriblemente pálida. ¡Falso, falso! gritó sin poder contenerse.
Palabra del Dia
Otros Mirando