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Y no pocos religiosos entre seglares y militares emprendían peligrosos viajes, como diputados del país, lo cual unido á las estrictas residencias que se formaban entonces ante los ojos del Archipiélago á todos los gobernantes, desde el Capitán general hasta el último, consolaban no poco y tranquilizaban los ánimos lastimados, satisfaciendo, aunque no fuese más que en la forma, á todos los descontentos.

Todos los pecados, por monstruosos que sean, reciben absolución en el confesonario; pero la más mínima duda del confeso en materia de fe nos impide absolverlo. Ahora bien: como todo esto es de sentido común, debe permanecer en secreto para los que no tienen sentido común, sean clérigos, sean seglares. ¿Comprende usted? Comprendo, comprendo asentí.

Si no la virtud y el respeto á su estado, aquel amor desgraciado le salvó de los abismos en que caen los curas regulares y seglares en Filipinas. Dedicóse á sus feligreses por deber, y por aficion, á las ciencias naturales.

En efecto, los frailes, á su cabeza el P. Salví y algunos seglares capitaneados por don Custodio se habían opuesto á semejantes representaciones. El P. Camorra que no podía asistir encandilaba los ojos y se le hacía agua la boca, pero disputaba con Ben Zayb que se defendía débilmente pensando en los billetes gratis que le enviaría la empresa.

Será gracioso oír a los clérigos gritar: «Fuera los filósofos», y a los seglares: «Fuera los curas». Veo con sorpresa que el presidente no tiene látigo. Es que guardarán las formas, amiga mía. ¿En dónde han aprendido ellos a guardar formas? Silencio, que va a hablar un diputado. ¿Qué dirá? Nadie lo entiende. Se vuelve a sentar. En el escenario hay uno que lee.

Y ¿qué yo si alguno, no digo de los sacerdotes, no quiero hacerles tal ofensa, pero de los seglares, creerá que en efecto...? El de Naya aprobó con la cabeza como quien reconoce la fuerza de una observación; pero, al mismo tiempo, la sonrisa con que lucía la desigual dentadura era suave e irónica protesta contra tanta rigidez.

La rodeaban unos quince curas y sobre ocho seglares, entre ellos el médico, notario y juez de Cebre, el señorito de Limioso, el sobrino del cura de Boán, y el famosísimo cacique conocido por el apodo de Barbacana, que apoyándose en el partido moderado a la sazón en el poder, imperaba en el distrito y llevaba casi anulada la influencia de su rival el cacique Trampeta, protegido por los unionistas y mal visto por el clero.

Lo segundo es absolutamente malo, que religiosos se metan tanto en cosas de estado, debiendo solo atender á la salud de las almas, y de sus prójimos, pues se retiraron del mundo para esto; y que con este medio se metan mas en ellas que los seglares, cosa es de grandisimo daño y digna de eficaz remedio, por algunas muy malas consecuencias, que de ello se siguen.

Quedan además muy por bajo del nivel de los escritores seglares y de los escritores del clero y de los otros institutos religiosos. La fama al menos no hace resonar mucho sus nombres ni difunde su gloria.

La perfecta sumisión de aquellas almas femeninas a sus directores, la benevolencia y la ternura con que éstos se esforzaban en conducirlas por el sendero de la virtud, prestaban a la tertulia un carácter suave, inocente y piadoso que no se hallará seguramente en las exclusivamente seglares.