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Pero el gritar le fatigaba y dos o tres veces las olas le taparon la boca. ¡Malditas!... Desde la barca parecían insignificantes, pero en medio del mar, hundido hasta el cuello y obligado a un continuo manoteo para sostenerse, le asfixiaban, le golpeaban con su sorda ondulación, abrían ante él hondas y movibles zanjas, cerrándolas en seguida como para tragarle.

Como en Agosto Valencia entera desfallece de calor, los trabajadores del horno se asfixiaban junto a aquella boca, que exhalaba el ardor de un incendio.

La piel y la garganta las teníamos abrasadas. Algunos marineros se desmayaban tendidos por los rincones; otros se ponían como locos; el sol mordía la piel de estos desdichados. Los chinos se ahogaban en la bodega y comenzaron a pedir agua a grandes voces; se asfixiaban. El capitán dijo que no había agua, y nos mandó a nosotros quitar las bombas de mano que sacaban el agua de los aljibes.

Aunque el marino era con frecuencia perteneciente á las principales familias de la población, no había que buscarle en la Alameda, ni en el salón del Suizo, ni en los bailes de formalidad. Semejantes atmósferas le asfixiaban. Sus terrenos preferidos eran los cafés de segundo orden y todas las calles de la población, siendo de noche.

Febrer tropezaba con sus abombados y limpios costillares, con las agudas aristas de sus caderas, estremeciéndose sus oídos con el chasqueteo de sus rótulas. Le oprimían, le asfixiaban, eran millones de millones: todo el pasado de la humanidad. No encontrando espacio donde poner sus pies, se alineaban en filas unos sobre otros.

Velarde sintió la necesidad de escribirle al punto, de vaciar en un papel aquel cariño, aquella angustia, aquellas lágrimas que le asfixiaban, y a grandes pasos tomó el camino de su casa, repasando lo que había de decirle, hilvanando una carta llena de cariño, de protestas, de esperanzas halagüeñas, de todo lo que a ella más le gustara... ¡Celebraba ella tanto sus gracias! ¡Cuánto se había reído veinte años atrás, cuando explicándole un día el catecismo, se espantaba él de que fueran sólo tres los enemigos del alma!