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Y recordando las expediciones río abajo que tantas veces le había relatado Rafael en sus conversaciones de amigo, aquella isleta con sus cortinas de juncos, los sauces inclinándose sobre el agua y el ruiseñor cantando oculto, le preguntaba, ansiosa: ¿Qué noche me llevas?

Luego la vi alzarse lentamente, arrancarse su corona de rosas, y luego irse despojando de sus joyas, de sus ropas; vi enteramente su hermoso cuello: sus redondos hombros; luego su cabellera destrenzada agrupándose de una manera maravillosa a ambos lados de su semblante; al fin se volvió y se alejó lentamente; se abrieron las cortinas de la alcoba y volvieron a cerrarse.

Pues yo te juro, Isabel, Que por quererte, desprecio La más hermosa mujer, 1395 Donaire y entendimiento Que tiene aqueste lugar; Porque más estimo y precio Un listón de tus chinelas Que las perlas de su cuello. 1400 Más precio en tus blancas manos Ver aquel cántaro puesto, Á la fuente del Olvido Pedirle cristal deshecho; Y ver que á tu dulce risa 1405 Deciende el agua riyendo, Envidiosa la que cae De fuera á la que entra dentro; Y ver cómo se da prisa El agua á henchirle de presto, 1410 Por ir contigo á tu casa, En tus brazos ó en tus pechos, Que ver como cierta dama Baja en su coche soberbio, Asiendo verdes cortinas 1415 Por dar diamantes los dedos, Ó asoma por el estribo Los rizos de los cabellos En las uñas de un descanso, Que á tantos sirvió de anzuelo. 1420 Yo me contento que digas, Dulce Isabel: «¡Yo te quieroQue también quiero yo el alma; No todo el amor es cuerpo. ¿Qué respondes, ojos míos? 1425

Pasaba revista a los cuadros, se detenía ante el tocador, abría los frascos, palpaba las cortinas y hasta entraba en la alcoba para ver la cama, dejando escapar exclamaciones de asombro por lo bien arreglado que estaba todo y especialmente por el lustre particular de los muebles. ¡Qué cuarto tan lindo tienes, chica!... Parece una taza de plata... ¡Qué camita tan blanda y tan mona!

Y así es la música de sus dramas de historia, y de los de pelea, y de los de casamiento, mientras los actores gritan y andan delante de los músicos en el escenario, y los generales se echan por la tierra, para figurar que están muertos, o pasan la pierna derecha por sobre la espalda de una silla, para decir que van a montar a caballo, o entran por entre unas cortinas el novio y la princesa, para que se sepa que se acaban de casar.

Tres días tuve que estar en constante espionaje; el primero, oculto detrás de mis cortinas, porque temía asustarla dejándome ver súbitamente; al otro día ya la contemplé pegado a los cristales, pero aun no me atreví a abrir mi ventana; al tercero ya la abrí, y observé gozoso que no la espantaba mi osadía. Aquella misma tarde la vi echarse sobre los hombros un chal, y abrocharse las botas.

La duquesa pasaba á la otra habitación, que estaba completamente á obscuras, para evitar cualquier curiosidad reprensible; la duquesa cerraba por una parte y otra dos puertas, y sólo cuando era imposible que nadie la viese, abría las ventanas que estaban cubiertas por cortinas. El paso de una á otra habitación se hacía siempre así. Era imposible que nadie comprendiese su estado.

No necesitaba consejos, pero ¡ay! cuando llegaba por la noche a la casa de su amada, cuando se veía en aquel dormitorio que parecía exhalar el mismo perfume de Leonora, como si hubiera absorbido en sus muebles y cortinas la esencia de su cuerpo, sentía los efectos de aquella murmuración encarnizada, de la curiosidad de toda una población fija en ellos.

¿Estoy prisionero? No, no; está usted aquí en seguridad. ¿En qué pueblo? En Hernani. Ah, vamos. ¿No me podrían abrir esas cortinas? No, por ahora no. Dentro de un momento vendrá el médico y, si le encuentra a usted bien, abriremos las cortinas y le permitiremos hablar. Con que ahora siga usted durmiendo. Martín sentía la cabeza débil y no le costó mucho trabajo seguir el consejo de la muchacha.

Ahora bien, Florela amiga, dijo a su doncella; yo te ruego guardes el secreto de lo que sabes, ya que sabes bien que yo no he buscado la ocasión en que me he visto, y por estar allí detrás de las cortinas, como yo te mandé, a solas no he estado con ese hidalgo, y bien has podido oír lo que hemos hablado.