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Actualizado: 4 de junio de 2025


Insistía en sus románticas vehemencias mi amigo, y quién sabe si al fin habría tenido la contienda un término funesto... Pero la entrada de los niños fue como intervención de la divina Providencia en el asunto.

Febrer, desconcertado por las vehemencias cariñosas del payés y la curiosidad respetuosa de sus dos hijos, plantados ante él, no acertaba a coordinar sus recuerdos. El buen hombre adivinó este olvido en su mirada indecisa. ¿De veras que no le reconocía?

En el número de sus vehemencias, que solían ser pasajeras, contábase una que quizás no sea tan recomendable como aquella de socorrer a los menesterosos, y consistía en rodearse de perros y gatos, poniendo en estos animales un afecto que al mismo amor se parecía.

En Oriente y Occidente los hombres se agitaban como fieras, mientras él permanecía tranquilo junto al más risueño de los mares, con una pasión, con un deseo que llenaba su existencia, poco antes vacía, resucitando los entusiasmos y las vehemencias de la juventud.

Hervieu no comprende las vehemencias alucinantes de Balzac ó de Flaubert, ni la fiebre creadora de Daudet: él empieza á escribir poco á poco, merced á un gran esfuerzo voluntario y sin gozar el flujo impulsivo de la verdadera inspiración: sus ideas van presentándose lentamente y como á remolque, alineándose entre los renglones de una escritura vigorosa y apretada, donde las íes jamás dejan de tener su punto correspondiente. «Mientras trabajo dice, guardo conciencia de mi esclavitud, soy como el viajero que espera, bajo las tinieblas del túnel, ver lucir de nuevo la claridad del día

Ella, por su parte, hablaba del pleito, la gran empresa de su vida, con todas las vehemencias del interés material y del odio. Pasaban por su boca adorable palabras curialescas, términos del procedimiento, aprendidos con pronta asimilación en sus conferencias con los abogados. El triunfo era seguro, pero habría que esperar un poco.

¡Pobre Tòni!... No sabía explicarse, pero la idea de que su mar presenciase estos crímenes daba nuevas vehemencias á su indignación. El alma del doctor Ferragut parecía revivir en el rudo navegante mediterráneo. No había visto á Anfitrita, pero temblaba por ella, sin conocerla, con religioso fervor.

La probe tiene los ojos como si yorase a toas horas. Ve a verla... ¡Ay, los hombres guapos! ¡Qué castigo! Carmen recibió al Nacional en el despacho del espada. Allí estarían solos, sin miedo a que entrase la señora Angustias con sus vehemencias, o los cuñados, que se habían instalado en la casa con toda su prole, abusando de la superioridad que les proporcionaban las disensiones de la familia.

No contribuyó poco a su alivio la soledad en que estaba y el no permitir Salvador que le visitara persona alguna, porque en el hospital los demás enfermos se complacían en calentarle los cascos, contradiciéndole en sus vehemencias o alentándole en sus majaderías.

Palabra del Dia

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