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Sin embargo, haciendo extraños movimientos, continuó en su singular delirio: ¡Ven acá, borriquita! ¡So, so! ¡quieta! ¡Qué oscuro está! Alerta con los baches, y cuida también de él, vieja. Ya sabes que a veces, cuando está borracho, rueda como un tronco hasta la cuneta. Corre, pues, en derechura hasta el pino de allá arriba, en la colina.

Espantose de pronto Jovita, y dio un salto que hubiera desmontado a un árabe. Agarrado a las riendas, estaba un hombre que había saltado desde la cuneta y al mismo tiempo se alzaban ante él y en el camino un caballo y otro jinete en la oscuridad. ¡Afloja tu bolsa, canalla! dijo en voz de mando y con una blasfemia la segunda fantasma.

Caían ya oblicuamente los rayos del sol en los zarzales y setos, y un peón caminero, en mangas de camisa, pues tenía su chaqueta colocada sobre un mojón de granito, daba lánguidos azadonazos en las hierbecillas nacidas al borde de la cuneta. Tiró el jinete del ramal para detener a su cabalgadura, y ésta, que se había dejado en la cuesta abajo las ganas de trotar, paró inmediatamente.

Salvatierra y su discípulo, refugiándose en la cuneta, vieron pasar cuatro briosos caballos con borlajes saltones y chillonas ristras de cascabeles tirando de un coche lleno de gente. Cantaban, gritaban, palmoteaban, llenando el camino con su alegría loca, esparciendo el escándalo de la juerga sobre las llanuras muertas que aun parecían más tristes a la luz de la luna.

Por eso acogió con gratitud las muestras de cariñoso interés que Araceli empezó a darle. Gonzalo, tenga usted cuidado con esa ramita que le va a dar en la cara. No vaya usted tan a la orilla que ese animal puede resbalar y caer en la cuneta. ¿Ve usted qué aire se ha levantado? ¿Por qué no alza usted el cuello de la americana?

Casas humeando aún por el incendio, árboles rotos, zanjas, el suelo sembrado de municiones de guerra, cajas, correas de artillería, bayonetas torcidas, instrumentos musicales de cobre aplastados por los carros. En la cuneta de la carretera se veía a un muerto medio desnudo, sin botas, con el cuerpo cubierto por hojas de helechos; el barro le manchaba la cara.

Entonces hay que limpiar los montones de nieve que se han acumulado delante de la puerta y abrirse penosamente camino. Desde una alta casa construida en un promontorio, una vez á esos entecillos casi imperceptibles, á esas negras hormigas humanas, andar lentamente por una especie de cuneta, entre dos paredes de nieve. Nunca me había parecido tan ínfimo el hombre.

No acababa de decir esto cuando Martín dió una patada al farol que llevaba el viejo, y después de un empujón echó al anciano respetable a la cuneta de la carretera. Bautista arrancó el fusil a otro de la ronda, y el demandadero se vió acometido por dos hombres a la vez. ¡Pero si yo no soy de estos. Yo soy carlista gritó el demandadero.

¡Deben de ser ellos! ¡qué tarde! dijo en voz alta, acercándose a la cuneta de la carretera, a la sombra de un farol de los del paseo.

Volveré al mundo, a ser perseguido como una bestia rabiosa; al hospital, a la cárcel, a morir como un perro en la cuneta de una carretera; no lo que será de ; lo único que de cierto es que me voy mañana, hoy mismo, para no disfrutar de un minuto más de lo que no es mío.