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Actualizado: 1 de julio de 2025
Toda la cuestión consiste en convencerse de que Juana Baud no es Jenny Hawkins, y tengo la prueba en el bolsillo. Esta fotografía con la firma de la discípula de Campistrón, prueba hasta la evidencia la sustitución de personas.
No me neguéis el único medio de salvaros de las celadas de vuestros enemigos. El intendente, engañándose respecto a la agitación del aya, le dijo con el tono de una resolución irrevocable: Vamos, Marta, estáis exagerando el peligro que me amenaza. En todo caso, la firma de la condesa es un medio infalible de defendernos victoriosamente contra sus proyectos perversos.
Si el señor Cuadrado no está para hablar dijo entonces el presidente, nos iremos a casa. Más estoy para obrar que para hablar contestó Su Excelencia; pero fuerza será, pues no hay quien hable. Digo en primer lugar que yo no doy un paso más adelante si no se conviene en presentar mañana a la firma de Su Majestad Imperial un decreto... ¿Eh? Adelante. Bueno.
Al comparar esta firma con otras auténticas, sin disputa de la misma colección, sospeché que pudiera ser contrahecha, por cuya razón no se perdería el trabajo examinando atentamente este manuscrito.
Y Frígilis, no sin ponerse colorado al hacerlo, falsificó la firma de Ana, y después de algunos meses le presentó la primera paga de viuda. Y era tal la necesidad; tan imposible que por otro camino tuviera ella lo suficiente para vivir, que la Regenta, después de llorar y rehusar cien veces, aceptó el dinero triste de la viudez y en adelante firmó ella los documentos.
Me dio usted un disgusto el otro día. ¿Es así como debía acogerme después de una larga ausencia? No hablemos más de eso, ¿le parece a usted? Hoy no vengo como amigo, sino como embajador. ¿No le veré a él, pues? No; pero, si tiene usted curiosidad por ver a alguien, puedo enseñarle al duque de La Tour de Embleuse. ¿Está aquí? Sí, desde esta mañana. Una linda obra de usted, pero sin firma.
Estas poesías, reunidas por la primera vez en un volúmen, se publicaron en Buenos Aires en 1854, precisamente por la imprenta en que hoy se da esta nueva edicion, siendo su editor el mismo que firma esta advertencia. Aunque se hizo un tiraje bastante copioso para la época, la edicion se agotó muy luego, al punto que á los pocos meses nos fué imposible atender á la demanda creciente de la obra.
La respetabilidad de la firma del autor, la justísima reputación de la revista y nuestra afición á la lectura nos hicieron adivinar un precioso cuadro que encarnaría algún cáncer moral.
El apagar todo el esplendor de su hermosura, riqueza y talento en las soledades de un claustro era el complemento único de su fama, la última firma echada en el expediente de su canonización popular.
Sucedió que aún no había esta concluido de anunciar con suspiros y ayes la inminencia de su catástrofe, cuando Rosalía con decidido tono le dijo: «¿Usted me firma un pagaré comprometiéndose a devolverme dentro de un mes la cantidad que yo le dé ahora?
Palabra del Dia
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