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Actualizado: 26 de mayo de 2025
Habituado a recibir ayudas pecuniarias sin ocuparse directamente del manejo de sus intereses, Ojeda se creyó rico, muy rico, viéndose propietario de una casa en Madrid y muchas tierras en Andalucía. Su hermana estaba casada con un ingeniero, hombre formal, que había hecho su fortuna en la América del Sur, ayudado por algunos parientes.
¿Por qué llamarían a esto el «Mar Tenebroso»? dijo Maltrana, que no podía permanecer callado largo tiempo. Estas palabras despertaron en los dos el recuerdo de antiguas lecturas. Ojeda pensó en su drama poético de los conquistadores cuya preparación le había obligado a estudiar la epopeya de los navegantes que descubrieron las tierras vírgenes.
En ciertos momentos, el trasatlántico parecía inmóvil, y únicamente al avanzar la cabeza fuera de la borda se convencían los pasajeros de que marchaba, oyendo el chapoteo invisible de sus flancos. Ojeda vio pasar a Mina junto a él, una Mina distinta en su aspecto exterior a la que había conocido hasta entonces, siempre vestida de blanco y con la cabeza descubierta.
Era una sombra del pasado, y si llegaba a ceder en un momento de bondad, se arrepentiría luego, viendo en Ojeda un gesto de decepción, lo mismo que si acabase de sufrir un engaño. «No, novio mío, no.» Lo importante era amarse.
Nélida le cedía a perpetuidad el loro y la mona regalados por Ojeda, y esta merced generosa había acabado de extinguir sus antiguos rencores. Ocupado en sus caricias a estos compañeros, no se acordaba de nada. El padre y su montaraz primogénito habían pasado varias horas en la noche anterior y en esta mañana hablando de negocios.
Así es dijo Ojeda . Hay que imaginar por un momento que no hubiese existido América; suprimir en hipótesis el Nuevo Mundo, y ver a Colón, que creía la tierra una tercera parte más pequeña y las costas de Asia a unas setecientas leguas de las Canarias, lanzándose con sus barquitos Océano adelante, teniendo que navegar por todo el Atlántico y todo el Pacífico hasta encontrarse con las islas del Japón o las costas de la China.
Se hermoseaba por instantes, a impulsos de un firme deseo de parecer mejor. «La juventud no es más que una voluntad pensaba Ojeda . Cada hora que transcurre parece más joven. Bien se conoce que está enamorado. Nada rejuvenece a un hombre como el amor.» El fugitivo Maltrana evitaba igualmente el encuentro con su amigo. El día antes sólo le había visto Fernando dos veces: a las horas de comer.
Se detuvo un momento para añadir con expresión de misterio: Y además hay el cuarto del tesoro. Ahí no he entrado yo, amigo Ojeda. Es un cuarto blindado, en el que no penetra ni el comandante. Un oficial responsable guarda la llave. Pero he estado en la puerta, y le confieso que sentí cierta emoción. ¿Sabe usted cuánto dinero llevamos bajo de nuestros pies?
Junto a una escalera se despidieron, marchando el matrimonio hacia su camarote. Quedaron solos Ojeda y Maud, mirándose frente a frente.
No hay mujer que valga lo que una buena amistad... Es una simpleza reñir por esa loquilla, que no sabe ciertamente lo que quiere... Venga esa mano, Ojeda. Y si no quiere darme la mano, déme dos puntapiés: es lo mismo. Lo importante es que volvamos a ser lo que éramos antes.
Palabra del Dia
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