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Actualizado: 7 de mayo de 2025
Después brilló sobre su cabeza el relámpago de un sable, y el joven se encogió aún más para evitar el golpe. Pero nadie le tocó. Pasaron algunos segundos que le parecieron de interminable duración, sin que su cuerpo sufriese ningún choque.
No hay falta, por grande que sea, que no pueda corregirse dijo Salomé, mirando con sublime protección al desdichado Lázaro, á quien parecieron aquellas palabras el colmo de la generosidad. Efectivamente dijo Paz en tono de enfática indulgencia. Hay faltas tan enormes, que por su misma enormidad necesitan indulgencia.
En general el lenguaje es allí un patuá de sonidos vigorosos, áspero, y en extremo acentuado, muy expansivo y libre, y en muchas palabras duro hasta lastimar los tímpanos. Algunas de sus frases, entre las pocas que pude entender, me parecieron de una energía enteramente oriental y de una singular sencillez.
Al pasear por Barcelona, miró con ojos provocativos á cuantos transeúntes le parecieron alemanes. Se unió á la acometividad de su carácter una indignación de propietario que se ve atropellado dentro de su casa. Los tres tiros eran para él, y él era un español y los boches se atrevían á atacarlo en su propia tierra. ¡Qué audacia!...
Amargos y muy amargos le parecieron también a Leto aquellos recuerdos que él quería borrar de su memoria, y por ello pidió a Nieves, hasta por caridad, que hablara de cosas más risueñas.
Aun a los críticos más adustos que consideraron El buey suelto como una caída, parecieron admirables algunas porciones del Don Gonzalo, publicado al año siguiente. Si como novela se la considera, puede tachársela de acción escasa, aunque tiene la que basta y sobra para mover unas cuantas figuras, principal, si no único, propósito del libro.
En breve nuestro paquebote se llenó de lavanderas, fruteras y vendedoras de fruslerías y corotos de toda especie, algunos de los cuales fabricados de paja, cerda ó pita, me parecieron objetos de arte muy curiosos.
De esta suerte se pasaron diez días, que á don Carlos, á Lucía y al Comendador parecieron diez siglos, cuando al anochecer, en una hermosa tarde, el Comendador estaba en el patio de la casa sólo con su sobrina.
Poco después vió venir nuestro viajero á tres segadores que cantaban á voz en cuello, con acento y jerga tan diferentes de cuanto hasta entonces había oído en su convento, que más bien le parecieron hombres de otra raza expresándose en lenguaje bárbaro. Llevaba uno de ellos una garza que habían cogido en la ciénaga vecina y se la ofreció á Roger por dos cornados.
Tú sí que eres rico, por lo que veo. La contestación del marqués fué una sonrisa enigmática. Luego, estas palabras parecieron despertar su tristeza. Háblame de tu vida continuó Robledo . Tú has recibido noticias mías; yo, en cambio, he sabido muy poco de ti.
Palabra del Dia
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