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Actualizado: 7 de mayo de 2025
Los perros se presentaron detrás de él, con violentos saltos de retroceso y de avance, ladrando á un enemigo invisible. A partir de este momento, los sucesos parecieron atropellarse unos á otros, superponiéndose con una velocidad irreal. Manos Duras fué el más ágil para la acción.
Aquella encarnizada defensa, aquellas detonaciones, aquellos fogonazos, aquellos gritos, parecieron desconcertar a los asaltantes, los cuales se decidieron a retroceder hacia las orillas del banco, pero sin abandonarlo. Cinco de ellos yacían en la arena, y otros tres, heridos de gravedad, tal vez mortalmente, se agitaban con violentas convulsiones.
Luego, sacando otro brazo, disparaba el segundo revólver, se metía adentro para cargar sus armas y volvía á aparecer. La mayor parte de los asaltantes parecieron olvidar el motivo político que los había traído hasta allí. Ya no pensaban en el «gobierno usurpador» ni en asaltar el cuartel. Toda su atención la concentraron en aquel hombre que seguía insultándoles sin tomar precauciones.
Junto a él, su esposa, vestida de blanco con gran profusión de blondas de precio, hacía saltar entre los dedos su inseparable ristra de perlas con gesto de aburrimiento. Al pasar los dos amigos ante ella, sus ojos vagos parecieron concentrarse en Fernando con una mirada breve, pero vehemente y curiosa.
Charlemos alegremente sobre la fiesta de ayer. Vamos a murmurar un poquito. ¿Qué te parecieron los cipreses? ¿Por qué los llama usted cipreses? ¿No te parece bien puesto el nombre? Sí, muy bien; realmente parecen cipreses: su peinado apelmazado, liso, compacto, pegadito, imita la copa de ese árbol funerario. También se parecen a él por el cuerpo rígido, atiesado, derechito.
Los versos le parecieron regulares, no inferiores á los de Meléndez, aunque, ni con mucho, tan buenos como los de Andrés Chénier, que había oído en París. Lo que es el chico le pareció muy guapo.
Las vio de pronto como si acabaran de rasgarse unos velos sonrosados interpuestos entre ellas y sus ojos. Los hombres le parecieron sucios y de una avidez amenazante. Las mujeres, con una humildad bestial o francamente envidiosas, eran inferiores a las domésticas que la servían.
Antes de leer el nombre del suicida estaba seguro de conocerlo. No podía ser otro que Fontenoy. Por eso no experimentó sorpresa alguna mientras continuaba su lectura. Los detalles del suicidio le parecieron sucesos naturales y ordinarios, como si alguien se los hubiese revelado previamente.
Pero la última vez que estuvo aquí, al abrir la puerta para marcharse, dijo: Soy de opinión, Magdalena, que su criatura acabará por hacerse hombre y dará honra a su madre. ¡Pero no aquí, Magdalena, no aquí! Y se me figuró que se iba triste y... y... y... Al llegar aquí, la voz de Magdalena y su cabeza parecieron perderse por completo en la oscuridad.
Pero al día siguiente no salió de casa esperando los padrinos de Maza, los cuales, felizmente para éste, no parecieron. El desafío y la actitud de don Rosendo, tuvieron, sin embargo, consecuencias provechosas para la población. Gracias a nuestro héroe nació en ella la afición a las armas. Muchos de sus habitantes más distinguidos comenzaron con ahinco a cultivar la esgrima.
Palabra del Dia
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