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Pasado el primer acceso de hilaridad, admirábase Ojeda de la convicción con que hablaba su amigo del futuro negocio. Sentía, indudablemente, la influencia misteriosa que había observado él en anteriores viajes. Un ensanchamiento de la ilusión, hasta los confines más absurdos de lo irreal, dominaba a los viajeros.

Como la luz se extendía á esta hora horizontalmente, casi al ras del suelo, las sombras de las personas y los árboles se prolongaban con un estiramiento irreal. Primeramente llegó Pirovani escoltado por Moreno y don Carlos, todos vestidos de negro, pero el contratista se distinguía de sus acompañantes por una levita nueva y solemne.

Se veía tierra... Y todos corrieron al lado de babor con vehemente curiosidad, como si desearan saciar sus ojos en un fenómeno inaudito. ¡Tierra!... Esta palabra evocaba algo lejano que había existido en otros tiempos, y que la gente, acostumbrada a la soledad oceánica, consideraba ya como irreal.

Mina contemplaba la inquietud de este camino irreal cortando la obscuridad atlántica, cada vez más ancho, más luminoso, así como ascendía el astro en el horizonte. Se sienten deseos de marchar por él dijo en voz baja, emocionada por la majestad de la noche . Quisiera saltar fuera del buque y correr... correr por esa calle de plata hasta no dónde. ¿Sola? preguntó Fernando con tono de reproche.

No debían hacer fuego hasta que él diese la voz. Don Marcelo presenció tales preparativos con la inmovilidad de la sorpresa. Había sido tan rápida é inaudita la aparición de los rezagados, que aún se imaginaba estar soñando. No podía haber peligro en esta situación irreal: todo era mentira.

Era tal vez una caricia irreal, imaginada más bien que sentida, pero idéntica a otras que perduraban en su recuerdo... Además, el mismo roce de curvas armoniosas al marchar; igual encontrón con unas durezas de contacto fulminante. La pesadumbre del brazo femenil se hacía por momentos más sensible.

Se le recordaba como algo absurdo e irreal, en el calor asfixiante de la tarde, bajo un cielo de crudo azul, sobre un mar que hervía con los reflejos del sol y daba a la retina la impresión de un lago infinito de tibias aguas. Formábase en el avante de la cubierta un grupo de niños y criadas que señalaban al horizonte. Acudían los pasajeros, apuntando sus gemelos en la misma dirección.

Y el navegante, seguido de una tripulación tan numerosa como irreal, saltaba á tierra tizona en mano, escalando unas montañas de libros, que eran los Andes, y agujereaba varios volúmenes con el regatón de una lanza vieja para plantar su estandarte. ¿Por qué no había de ser conquistador?...

A lo lejos sonaba el cañón, y en el intervalo de sus detonaciones un chasquido de tralla, un burbujeo de aceite frito, un crujir de molino de café, el crepitamiento incesante de fusiles y ametralladoras. El fresco de la mañana cubría los hombres y las cosas de un brillo de humedad. Sobre los campos flotaban vedijas de niebla, dando á los objetos cercanos las líneas inciertas de lo irreal.

Todo me pareció indeterminado é irreal, lo mismo que los episodios de un ensueño. Vi cómo el hombre intentaba retroceder, esquivando el automóvil salido repentinamente de la sombra. Pero el vehículo se oblicuó para alcanzarle en su retirada. Entonces pretendió avanzar lo mismo que antes, y la máquina perseguidora cambió otra vez de dirección, marchando rectamente á su encuentro.