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»Cierto día, el aire era pesado y cálido, el calor sofocante; formábase en el mar una tempestad; estábamos sentados en el parque, y hacía algunos instantes que hablaba a Carlos, y que éste nada contestaba... Tomé su mano y sentí que abrasaba... »¡Tiene usted fiebre le dije; una fiebre ardiente!

Las sabias formas laberínticas del canon sucedieron a la sencillez soberana, de donde resultó que la hermosa idea se multiplicaba, y que de tantos ejemplares de una misma cosa formábase un bello trenzado de peregrino efecto, por hablar mucho al sentimiento y un poco al raciocinio, juntando los encantos de la mística pura a los retruécanos de la erudición teológica.

Se le recordaba como algo absurdo e irreal, en el calor asfixiante de la tarde, bajo un cielo de crudo azul, sobre un mar que hervía con los reflejos del sol y daba a la retina la impresión de un lago infinito de tibias aguas. Formábase en el avante de la cubierta un grupo de niños y criadas que señalaban al horizonte. Acudían los pasajeros, apuntando sus gemelos en la misma dirección.

Cada uno de ellos quedaba cargado con tres mil kilos de mineral, mil quinientos de cok y quinientos de caliza. La carga entraba por arriba en los tubos gigantescos, y lentamente, en el incendio de sus entrañas, formábase el metal que descendía por su peso hasta salir por la base de las torres. Día y noche ardían los altos hornos: el enfriamiento era su muerte.

Cuando tomaba asiento en la terraza de un café del Borne formábase en torno de él un apretado círculo de oyentes, que sonreían ante sus ademanes enérgicos y su voz ruidosa, incapaz de sonar en tono discreto. Yo soy chueta, ¿y qué?... ¡Judío de lo más judío!

Abultaban su volumen una docena de zagalejos bajo la rameada falda, y cuando se sentaba abría las piernas de tal modo, que, combándose las ropas, formábase entre sus muslos de yegua rolliza un abismo insondable.

Formábase mi pecho; pero ¡qué pecho! blanco, duro, de la forma del de la ve nus de Medicis; ¡y qué ojos! ¡qué pestañas! ¡qué negras cejas! ¡qué llamas salian de las niñas de mis ojos, que eclipsaban el resplandor de los astros, segun decian los poetas de mi barrio!

¡Lo que ha llorado esa chica antes de que nos llevásemos el pequeño! ¡los besos que le ha dado!... Me preguntó por ti... Ve a verla, hombre; la pobre se alegrará, y bien lo necesita. Maltrana pasó mucho tiempo sin visitar a Feli. Todos los días formábase el propósito de verla a la mañana siguiente.