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Actualizado: 5 de mayo de 2025


El manteo del Magistral las atraía, las arrastraba por la piedra en pos de con un ruido de marejada rítmico y gárrulo. Allí se veía ya mucho cielo; todo azul; enfrente la silueta del Corfín, azulada también.

La vega toda revivía; el Pedregoso corría gárrulo y cantante, como si sus ondas repitieran quedito la extraña harmonía de los repiques. El cielo límpido de aquella noche casi invernal perdía poco a poco su inmensa serenidad.

El mahometismo gárrulo y triunfante se arma de nuevo contra la cruz: al sabio y pacífico y sensual Al-hakem sucede el intrépido, osado y duro Almanzor; y con él nuevas desolaciones para los cristianos de España, nuevas derrotas, nuevas cadenas; y nuevas conquistas, nuevos trofeos para los sectarios del Islam.

Y mientras abajo sonaba el ruido confuso y gárrulo de las despedidas y preparativos de marcha, y detrás el estrépito de los que corrían en la galería, y allá en el cielo, de tarde en tarde, el bramido del trueno, la Regenta, sin notar las gotas de agua en el rostro, o encontrando deliciosa aquella frescura, oía por la primera vez de su vida una declaración de amor apasionada pero respetuosa, discreta, toda idealismo, llena de salvedades y eufemismos que las circunstancias y el estado de Ana exigían, con lo cual crecía su encanto, irresistible para aquella mujer que sentía las emociones de los quince años al frisar con los treinta.

El Pedregoso, el gárrulo Pedregoso corría, como siempre, límpido y parlero; como le vi tantas veces cuando era yo niño: espumoso al tropezar con una roca; cerúleo y adormecido en sus pozas umbrías, bajo el dosel de los álamos, queriendo arrastrar a su paso las espiras lánguidas de los convólvulos perennes. Buscaba yo rostros conocidos, y muchos vi, pero empalidecidos, como fotografías borradas.

Imaginaos una llanura siempre verde, limitada en todas direcciones por obscuras montañas y risueños collados. El tono subido de los bosques hace resaltar el tinte alegre de los prados y de los campos de caña sacarina. El Pedregoso, gárrulo y cantante en las quebradas, sesgo y cerúleo en los planíos, corta en dos partes la ciudad.

Cuando las congojas la anegaban en mares de tristeza, que parecían sin orillas, cuando se sentía como aislada del mundo, abandonada sin remedio, ya no llamaba a Quintanar, aunque era el único ser vivo de quien entonces se acordaba; prefería dejarle tranquilo allá fuera, porque si venía le hacía daño con aquel desdén gárrulo y absurdo de los padecimientos nerviosos.

Ni la hermosura del paisaje ni el aspecto incomparable de las montañas, coronadas por el Citlaltépetl con brillante cono de nieve, ni la belleza sin igual del Pedregoso que corría gárrulo y cantante, distrajeron mi mente y ahuyentaron de mi alma la tristeza.... Pocas horas después me apeaba yo a las puertas de la hacienda. Estaba yo en Santa Clara.

Y dale con las ciencias y dale con las artes, y vuelta con los adelantos y torna con los descubrimientos. ¡Oh siglo gárrulo y lenguaraz! ¡Mire usted qué mina han descubierto! ¡Qué de ventajas, Andrés, llevamos en esto a los demás!

El rincón era un suave remanso melancólico en el triunfo de luz y de sonidos del loco París. A veces, con el hórrido tintero y la pluma oxidada, que manoseaba el vulgo más gárrulo, Verlaine escribía un poema de maravilla. Pocas veces podía pagar sus ajenjos. Cuando llegaban algunos admiradores, algunos amigos, el poeta, tristemente borracho, pedía dinero.

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