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Actualizado: 18 de julio de 2025


Y cerraste la elipse de tu gloria, con un estruendo de imperial proeza; en las perennes páginas altísimas del libro de Cervantes Saavedra.

Y así yace ella, dichosamente sumergida en recuerdos perennes de la constancia y de la belleza de Annie, anegada en un beso a las trenzas de Annie. Tiernamente me abraza, apasionadamente me acaricia. Y entonces caigo dulcemente adormecido sobre su seno, profundamente adormido del cielo de su seno. Y así reposo tan tranquilamente en mi lecho conociendo su amor que me creéis muerto.

La apariencia del saber se nos ofrece siempre, como un hecho puramente subjetivo; es decir, que cuando creemos conocer, creemos conocer algo en nosotros ó fuera de nosotros, segun las materias de que nos ocupamos; suponiendo pues que el fenómeno del conocimiento sea puramente subjetivo, y que se convierta á mismo en objetivo, tendremos que nos inducirá de continuo en error; adoleciendo la razon humana de un vicio radical que la obligará á mirar estos fenómenos como medios de percibir la verdad, cuando solo serán perennes manantiales de engaño.

El Pedregoso, el gárrulo Pedregoso corría, como siempre, límpido y parlero; como le vi tantas veces cuando era yo niño: espumoso al tropezar con una roca; cerúleo y adormecido en sus pozas umbrías, bajo el dosel de los álamos, queriendo arrastrar a su paso las espiras lánguidas de los convólvulos perennes. Buscaba yo rostros conocidos, y muchos vi, pero empalidecidos, como fotografías borradas.

En la calma de este retorcimiento tempestuoso e inmóvil, en la soledad de estos campos poblados de espantables y perennes visiones, cantaban los pájaros, extendían su invasión hasta el pie de los troncos carcomidos las flores silvestres, y las hormigas iban y venían en infinito rosario, socavando como mineras infatigables las añosas raíces.

¡Noche oscura, ya Diana entre turbios nubarrones hundió la faz plateada; y sola en medio de la avenida funeraria, te deslizas ideal, mística y blanca, te deslizas y te alejas incorpórea cual fantasma; sólo flotan tus miradas, sólo tus ojos perennes, tus ojos de hondas miradas fijos quedan!

En cambio, le declaraba de continuo que le amaba más de amistad que á ningún otro ser humano; y cuando le declaraba esto, se le veía al chico hasta la última muela, sentía una beatitud soberana, y daba por bien empleados sus, para otras cosas, inútiles y perennes suspiros. Y no se crea que Tomasuelo era canijo, ruín y tonto.

Encontró esos lugares tal cual los había dejado. La impasibilidad de la eterna Naturaleza lo lastimó como un insulto: si al menos algo hubiera sido destruido en la tierra; si al menos hubiera visto en su derredor los rastros de una devastación parecida a la que él sentía en su interior. Los montes seculares, las aguas perennes, voraces sepulcros de seres vivientes, permanecían inmutables.

Así pensaba la tía Silda, y según sus ideas, más o menos animosas, apresuraba o acortaba el paso; en la esquina de Piedras se paró, porque al mirarse en el espejo de un escaparate, se vió de cuerpo entero, la estampa viva de esas pobres vergonzantes, viudas de pega, generalmente, que andan hocicando en las casas ricas, de mantón y velo color de ratón, con lágrimas perennes, como cristalizadas, en los ojos, y en la mano, cubierta a medias por mitones agujereados, el certificado, amarillo y grasiento, de la parroquia, lleno de borrones y de firmas ilegibles.

En la de Julio César se contiene todo esto: «A don Francisco Zapata conde de Barajas, Asistente vigilantísimo de esta Ciudad, mayordomo del rey, y amante muy equitativo de la justicia, por haber limpiado esta antigua y abandonada laguna de las aguas inmundas de toda la ciudad, convirtiéndola en un paseo muy extenso, sembrado de frondosos árboles y regados con fuentes perennes, dando así á los ciudadanos un cielo más saludable y un viento más fresco en los ardores del estío; y por haber restituído á su antiguo origen el arroyo de las aguas del Arzobispo, interrumpido por la antigüedad y abandonado, trayendo sus aguas á varias calles de la Ciudad para grande consuelo del pueblo sediento: por haber trasladado aquí las columnas de Hércules, con un trabajo comparable á los del mismo Hércules: por haber hermoseado la Ciudad con puertas magníficamente fabricadas y por haberla gobernado con suma humanidad, el Senado y Pueblo de Sevilla le consagran este monumento en testimonio de su amor y gratitud, en el año 1598

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