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Actualizado: 3 de julio de 2025


¡Cuánta tristeza respira el cementerio de la Ligera!... Lo veo todavía, con su bajo tapial, su puerta de hierro oxidada y difícil de abrir, con centenares de cruces negras ocultas por la hierba. ¡Ni una corona de siemprevivas, ni un recuerdo, nada!... ¡Ah, infelices muertos abandonados, cuánto frío deben sentir en su tumba casual! Un momento estuvimos allí arrodillados.

El rincón era un suave remanso melancólico en el triunfo de luz y de sonidos del loco París. A veces, con el hórrido tintero y la pluma oxidada, que manoseaba el vulgo más gárrulo, Verlaine escribía un poema de maravilla. Pocas veces podía pagar sus ajenjos. Cuando llegaban algunos admiradores, algunos amigos, el poeta, tristemente borracho, pedía dinero.

Si los cubiertos y cuchillos son de plata, el mérito principal es que sea muy brillante; los de plata mate y oxidada, con sus cinceladuras, puede ser de más efecto artístico, pero no hace tan limpio; los cuchillos pueden ser de fantasía, siempre que sean de estilo bonito.

Maltrana vio una aguda punta oxidada saliendo del muro, sobre la cabeza de Zaratustra. La miró de cerca: era una jeringa. Más allá brillaban dos azulejos de reflejos dorados y surgía un brazo femenil de color de bronce, que, sin duda, había sostenido una lámpara de gas en algún café.

En los pisos bajos estaban los establecimientos de Gallarta, tabernas en su mayor parte. Algunas ventanas con vidrios empañados servían de escaparates, exhibiendo zapatos ó quincalla oxidada y vieja, restos de saldos de la villa, enviados á las minas donde todo se compra sin protesta malo y caro.

Mas entre todos aquellos monumentos de altas estimaciones, era el más curioso una hermosa fotografía de la reina de Inglaterra, colocada con afectada naturalidad sobre la chimenea en un pequeño caballete de plata oxidada, cuyas molduras tapaban, en parte, la honrosa dedicatoria.

La baranda de hierro, oxidada por los años y deshaciéndose en herrumbrosas escamas, temblaba, casi suelta de sus alvéolos, con el ruido de los pasos. Al llegar al zaguán, Febrer se detuvo. La extrema resolución que había adoptado, y que iba a influir para siempre en los destinos de su nombre, le hizo mirar con curiosidad los mismos lugares que antes cruzaba indiferente.

Palabra del Dia

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