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Actualizado: 23 de mayo de 2025
Pesia diez, la Iglesia ha de ser la primera. No bien se lo dijeron, cuando se sentó. Ya, cuando vio mi amo que todos se le habían encajado, comenzóse a afligir. Repartiéronlo todo y a don Diego dieron no sé qué huesos y alones diciendo que «del cabrito el huesecito y del ave el aloncito» y que el refrán lo decía. Con lo cual nosotros comimos refranes y ellos aves.
Al fin vino mi amo a la puerta de la calle, y ábrela, esforzándome, que bien era menester, según el miedo y alteración, y me tornó a encaminar. Mas, aunque comimos bien aquel día, maldito el gusto yo tomaba en ello, ni en aquellos tres días torné en mi color. Y mi amo muy risueño todas las veces que se le acordaba aquella mi consideración.
Comimos, volví a embozarme y precedido de Tarlein me dirigí adonde nos esperaban los caballos. No eran más de las ocho y media de la noche, había mucha gente en las calles para una población tan pequeña y era fácil ver que los buenos vecinos de Zenda comentaban noticias al parecer muy interesantes.
La Inglaterra caerá; pero no caerá sino como cae una masa enorme: caerá como cayó el templo de Belo, como cayó el coloso de Rodas, como cayó el Partenon de Grecia, ó el Capitolio de Italia, como caerán las Pirámides de Egipto; como caen los milagros del hombre. Comimos en el pequeño restaurant de Lóndres, cerca de la fuente de Molière.
648 Para ocultarnos de día a la vista del salvaje, ganábamos un paraje en que algún abrigo hubiera, a esperar que anocheciera para seguir nuestro viaje. 649 Penurias de toda clase y miserias padecimos: varias veces no comimos o comimos carne cruda, y en otras, no tengan duda, con raices nos mantuvimos.
Aseguro á usted que por la noche, cuando corríamos á toda velocidad, comimos con buen apetito... Su amigo estaba con ustedes, salvado por ustedes. ¡Qué alegría! ¡Y qué agradecimiento el suyo! Estaba como loco, pero recobró después su lucidez. Nos hemos comunicado nuestros descubrimientos y lo que él sabía y ha resultado clara la prueba de su inocencia.
Comimos luego en un lujoso y aéreo Restaurant, situado en la Plaza de la Bolsa, cuyo dueño se llama como jamás olvidaré, Champeaux. Ignoro si este nombre puede tener para los oídos franceses alguna poesía; pero sé muy bien que es un nombre célebre, prosáica y dolorosamente célebre para mi afligido bolsillo, como verá el lector en el PARIS CURIOSO.
Sentáronse a comer, en cabecera el demandador y los demás sin orden. No quiero decir lo que comimos; sólo que eran todas cosas para beber. Sorbióse el corchete tres de puro tinto; brindóme a mí; el porquero, me las cogía al vuelo, y hacía más razones que decíamos todos. No había memoria de agua, y menos voluntad de ella.
Manos Duras y sus tres amigos, tendidos en el suelo, le vieron pasar á lo lejos con dirección al pueblo. Teniendo sus caras junto á las raíces de los matorrales, hablaron y rieron con frío cinismo. Va en busca de la vaca que nos comimos ayer dijo Piola. Y Manos Duras añadió, acompañando sus palabras con un mueca impúdica: Veremos qué dice cuando nos hayamos llevado su vaquillona...
Se detuvo un instante, como embelesada por dulces recuerdos. ¡Los días felices de la paz! añadió . Un domingo fuimos de campo; comimos junto al Sena para celebrar el ascenso de Alberto á primer contramaestre de su fábrica.... Dos semanas después estalló la guerra. El comisario hizo un gesto, que la vieja creyó de cansancio.
Palabra del Dia
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