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Actualizado: 23 de mayo de 2025
Acabó de repasarles las espaldas, volvió y llevóme a su casa, donde me apeé y comimos. Libro Segundo: Capítulo IV: Del hospedaje de su tío, y visitas; la cobranza de su hacienda y vuelta a la corte. Tenía mi buen tío su alojamiento junto al matadero, en casa de un aguador.
Nosotros dos solos, y sin dar parte a nadie, nos comimos el divino chocolate y los bollos de la Madre Transverberación. Todo el ejército tenía gran impaciencia por venir a las manos con la canalla.
No comimos ya juntos al año siguiente, porque el joven Baker juró que no sentaría jamás en la misma mesa que ocupase un canalla tan despreciable como Remigio, y a Colás, el que pidió dinero prestado en Valparaíso al joven Lupo, que servía de mozo en un restaurant, no le gustaba encontrarse con gente de tal ralea.
¿En qué? En que, rechazado por ti mi tratamiento, te debo considerar como incurable y hacerte el amor. ¡Qué disparates dices! ¿Vámonos al Retiro?... ¿Te acuerdas de aquellos paseítos, del Museo, de las fieras, de las naranjas que nos comimos entre los dos? Bien me acuerdo... Déjate de tonterías. No, no creas que voy a repetir ahora lo que entonces te decía.
Por no acercar demasiado al gigantón de la Castañalera al cuadro que tan tristemente le impresionaba, comimos todos con él en la perezosa de la cocina, servidos por Tona, mientras su madre cuidaba del enfermo.
Terminaré esta incorrecta descripcion recordando un rasgo curioso. El mozo que nos sirvió la comida se mostraba muy admirado, aturdido de nuestra frugalidad, y esto que comímos con gana.
Libro Segundo: Capítulo III: De lo que hizo en Madrid, y lo que le sucedió hasta llegar a Cercedilla, donde durmió. Recogióse un rato a estudiar herejías y necedades para los ciegos. Entre tanto, se hizo hora de comer; comimos, y luego pidióme que le leyese la premática. Yo, por no haber otra cosa que hacer, la saqué y se la leí.
Mas aunque comimos bien aquel día, maldito el gusto yo tomaba en ello, ni en aquellos tres días torné en mi color; y mi amo muy risueño todas las veces que se le acordaba aquella mi cosideración.
Y así, con licencia de vuestra merced, me recogeré ahora un poco para hacer alguna de ellas, y en acabando de comer oiremos la premática." ¡Oh vida miserable! Pues ninguna lo es más que la de los locos que ganan de comer con los que lo son. Recogióse un rato a estudiar herejías y necedades para los ciegos. Entre tanto se hizo hora de comer; comimos, y luego pidióme se leyese la premática.
Palabra del Dia
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