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Actualizado: 23 de mayo de 2025


Comimos, y en el momento que nos levantábamos de la mesa, llega un telegrama de América, dos líneas solamente: «He hecho comprar para vos, hoy el castillo de Longueval y sus dependencias, cerca de Souvigny, sobre la línea del NorteEntonces las dos fuimos presas de una risa loca al pensar... No, no, Bettina, eso no es exacto. Nos calumniáis a las dos.

¡Un buen almuercito! me decía Mamette al conducirme a la mesa; pero es sólo para usted, porque nosotros ya comimos esta mañana. A cualquier hora que se visite a esos pobres viejos, siempre han comido por la mañana.

Me ocurre una gran aventura, en la que me he comprometido un poco a la ligera y sin saber cómo saldré. He aquí la historia, señor cura. Ayer noche comimos en casa de la Marquesa de Oreve con las señoras de Grevillois, la de Jansien y unos cuantos hombres, entre los cuales estaba Gerardo Lautrec. Tratábase, justamente, de una comida de despedida antes de su gran expedición a través del mundo.

Mucho lamento no haber podido escribir en él nuestras visitas á Toledo y á Ávila tan extensamente como algunas otras de mis expediciones artísticas ó poéticas; pero suplirás con tu buena memoria lo que yo omita al hacer mención de aquéllas, y volverás á reirte homéricamente al recordar al Tío Tereso de Toledo y al cicerone que sólo tenía empeño en que viéramos la campana gorda de la Catedral, ó bien cuando te representes en la imaginación aquella mañana deleitosísima en que, con tu hermano Paco, salimos á esperar á los arrieros que llevan de El Barco de Ávila á la estación de Ávila la rica uva que tanto se estima en Madrid, y nos comimos no cuántas libras por cabeza, al otro lado de la ciudad, recostados en una romancesca muralla de color de naranja marchita, dando cara á un paisaje verde y pedregoso, más activos y descuidados que á la presente, y con mucho, muchísimo menos luto en el alma.....

Despues que comimos los Perros, paresciendonos que teniamos algun esfuerço para poder ir adelante, encomendamonos

Fui a ver a Jorge Federly en la embajada, comimos juntos en Durand y después nos fuimos a la Opera; tras una ligera cena nos presentamos en casa de Beltrán, poeta de alguna reputación y corresponsal de La Crítica, de Londres. Ocupaba un piso muy cómodo, y hallamos allí algunos amigos suyos, personas muy simpáticas todas, con quienes pasamos el rato agradablemente, fumando y conversando.

Un poco antes del mediodía cambió el viento; íbamos dejando atrás la costa francesa, sus suaves y bajas colinas, sus dorados arenales y sus lajas pizarrosas carcomidas por el mar. Pasamos Hendaya y Fuenterrabía, dormidos al sol en las márgenes del Bidasoa. Estábamos delante de Jaizquibel. Era hora de comer. El grumete trajo una cazuela de patatas con bacalao, y comimos todos fraternalmente.

»Pusimos nuestras centinelas en tierra, y no dejamos jamás los remos de la mano; comimos de lo que el renegado había proveído, y rogamos a Dios y a Nuestra Señora, de todo nuestro corazón, que nos ayudase y favoreciese para que felicemente diésemos fin a tan dichoso principio.

Teresa se llamaba mi madre, y la veneracion y el respeto que debo á ese nombre, me decidieron repentinamente. Tiré del brazo á mi compañera, que comprendió luego mi intencion y aprobó mi idea con alegría, porque siente hácia mi buena madre el mismo respeto que yo. Comimos una sopa, dos platos de carne, uno de pescado, otro de verdura y unas fresas.

Defpues que comimos los Perros, parefciendonos que teniamos algun esfuerço para poder ir adelante, encomendamonos

Palabra del Dia

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