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El orgullo le hizo apresurarse, arrancando la fotografía de manos de Freya para pasársela á Ulises. Este vió á un oficial de marina algo maduro rodeado de numerosa familia. Dos niñas de cabellera rubia estaban sentadas en sus rodillas. Cinco chiquillos cabezudos y peliblancos aparecían á sus pies con las piernas cruzadas, alineados por orden de edad.

Me indicará el sitio donde le llama el deber. ¿Qué se me da a de eso? Deja la carta sobre la cómoda y vete de una vez. Algunos minutos después volvió a entrar Marina. ¡Otra te pego! gritó su ama. Es que el señor Pepe Vera quiere veros. Que entre dijo María, volviéndose con prontitud.

Si la santa fe de nuestros padres no estuviera tan perdida; si las perversas doctrinas del filosofismo francés no nos hubiesen inficionado, ese hombre, en vez de vestir el honroso uniforme de la marina, vestiría el sambenito; en vez de andar libre por ahí, piedra de escándalo, fermento de impiedad, levadura del infierno, corrompiendo lo que aun en el cuerpo social se conserva sano, estaría en los calabozos de la Inquisición ó ya hubiera muerto en la hoguera.

Ved esa adusta mole que se levanta en la plazoleta del conde de Priego, de fachada desnuda de ornato y sombría, pero bien razonada y de carácter profundamente cristiano: esa es Sta. Marina, tipo de los primitivos templos ojivales de nuestra nacion.

Llevado por su entusiasmo patriótico, seguía González mencionando todo lo que había oído á Robledo, pero sus oyentes eran cada vez más escasos. Se alejaban, atraídos por los preparativos de la merienda, prefiriendo la contemplación de las mesas á la del antiguo río de los Sauces y á escuchar el relato de las hazañas del joven oficial de la marina española.

Como he dicho ántes, Westminster es el Panteon de las grandes figuras de Inglaterra, en la ciencia, la literatura, la oratoria, el gobierno, la guerra, la marina, la poesía, las bellas artes y todo lo que puede abrir el camino á la inmortalidad.

Se hace mención de una mujer marina que vivió luengos años en hábito religioso en un convento donde á todos era dado verla. No hablaba, pero se entretenía en hilar y en otros quehaceres. Con todo, el agua la atraía y empleaba toda su inteligencia para volver á su querido elemento. Diráse: Si realmente han existido esos seres, ¿por qué fueron tan raros? ¡Ay! La respuesta nos viene á la mano.

A vueltas con esta preocupación cruzó distraído la Rúa Nueva, entró en la plaza de la Marina, siguió caminando por el muelle y se alargó hasta la punta del Peón. La noche estaba serena y despejada. Las estrellas centelleaban en el firmamento cabrilleando en las aguas tranquilas de la bahía. La jarcia de los buques surtos en ella se destacaba con bastante claridad del fondo azul obscuro.

Ferragut encontraba agradable su celibato al acordarse del final de este idilio trasoceánico. Bien entrado el otoño, tuvo el notario que ir en persona á la Marina para conseguir que su hermano soltase á Ulises.

En alargándose un poco los que habían salido de vanguardia, comenzó D. Alvaro á caminar con los suyos que tenía delante, con unos pocos que tenía consigo, marina á marina, hacia la parte donde batían las galeras.