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Actualizado: 21 de julio de 2025


La auditoría de guerra y marina tambien fue servida algunos años por otro majistrado, y aunque en 1830 llegó el auditor de guerra nombrado por el Rey, y se encargó de su despacho, no asi la de marina que, sino padezco equivocacion, hasta hoy la desempeña el mismo majistrado.

Pero en este caso, el subcarbonato de cal, el mercurio, la sal marina y el azufre pueden disputarle la preeminencia en el tratamiento.

Libre ya de este obstáculo, Gillespie volvió á empuñar los remos, avanzando por unas aguas que la marina pigmea rehuía el frecuentar. Puso la proa hacia la barrera de rocas y espumas, obra de los dioses, que limitaba el mundo conocido. Después de una hora de violento ejercicio, Gillespie, cubierto de sudor, necesitó despojarse de la chaqueta.

El brioso y denodado ayudante de marina, pudo continuar su campaña civilizadora sin peligro de nuevas celadas. Sinforoso no se retiraba, sin embargo, a su casa sin ir acompañado de él o de otro amigo, perfectamente armados ambos. Pero Gabino Maza, el eterno disidente, supo aprovechar maliciosamente aquella ruptura con la Iglesia, para sobresaltar las conciencias de algunos vecinos.

El marino tuvo que rebuscar en el fondo de su memoria para acordarse de una chicuela de cuatro años que andaba á gatas por la playa del pueblo de su madre mientras él, con una gravedad de hombrecito, oía contar al viejo secretario del Municipio las pretéritas grandezas de la marina catalana.

Yo le decía que no se casara, que me esperara. , te esperaré contestaba ella fríamente. Supe que no era yo el único que hablaba con Dolorcitas por la reja y que un joven guardia marina iba muchas noches a charlar con ella.

Sólo un soberano, un rey, podía hacer esto; y el antiguo oficial de la marina española, llegado á príncipe, lo había hecho. Gracias á él prosiguió Novoa , la oceanografía, que apenas era nada, aparece hoy como un estudio serio. Sus yates han sido laboratorios flotantes, cruceros de la ciencia, que poco á poco han realizado las primeras conquistas de la profundidad.

Los dos vandoleras, de Lope de Vega. Olvidar para vivir, de Miguel Bermúdez. El hijo por engaño y Toma de Toledo, de Lope. La locura cuerda, de Juan de Silva Correa. Los Médicis de Florencia, de D. Diego Enciso: representóla Cebrián. El burlador de Sevilla, de Tirso: representóla Roque de Figueroa. Marina la porquera, del bachiller Andrés Martín Carmona.

Desde las riberas aragonesas al fondo del mar Negro, todo el Mediterráneo se veía surcado por los buques de la marina catalana, que recibían los más diversos nombres. Los ligeros, que se ayudaban con remos, se llamaban galeas y galiotas, leños, corcias, burcias, taridas, fustas mancas, xuseres y saetias. Unos eran de ligna alsata, ó sea con altas bandas; otros, de ligna plana, ó cubierta corrida.

Ninguno de ellos conocía á Anfitrita ni de nombre. Además, no tenían el aspecto desordenado y romántico del solitario de la Marina, pronto á vivir en el agua como un anfibio.

Palabra del Dia

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