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Actualizado: 21 de noviembre de 2025


Cuando regresa de largas travesías, el oficial de marina tiene más ilusiones, más ingenuidad, más juventud que el día de la partida; la primera mujer que aparece a sus ojos se le presenta tan hermosa, tan santa, como la patria que se vuelve a ver; ¡es la patria vestida de seda!

Tras el puñado de tabaco y la caricia subsiguiente, que era un coquetazo que nos hacía ver las estrellas, venía la convidada en el café de La Marina, que ya no existe, ni tampoco la casa en que se hallaba en la calle del Arcillero.

Febrer, oyéndole, recordaba su visita a la ciudad alta, la Real Fuerza de Ibiza, población muerta, separada del barrio de la Marina por una gran muralla del tiempo de Felipe II, con los intersticios de la piedra arenisca cubiertos de verdes y ondeantes alcaparros. Estatuas romanas sin cabeza decoraban en tres hornacinas la puerta que comunicaba la ciudad con el arrabal.

El conjunto de esta irradiaba el ardor de la lucha, el de aquella, la paz de la conformidad. Una mañana, encontrándose toda la familia reunida en la espaciosa caída, recibió Doña Luisa una carta de un antiguo capitán de la marina mercante, paisano y amigo de su difunto marido.

El vasto edificio principal del famoso Hospital de inválidos de la marina, fué en su principio un palacio de residencia real creado por Enrique VI. Cárlos II lo reconstruyó mucho mas tarde, y al fin Guillermo III lo convirtió en Hospital de la marina británica, en 1705.

-Para todo hay remedio, si no es para la muerte -respondió don Quijote-; pues, llegando el barco a la marina, nos podremos embarcar en él, aunque todo el mundo lo impida. -Muy bien lo pinta y facilita vuestra merced -dijo Sancho-, pero del dicho al hecho hay gran trecho, y yo me atengo al renegado, que me parece muy hombre de bien y de muy buenas entrañas.

En eso quedamos al cabo; y entre si me animaba yo a subir esta tarde o no, llegó su amigo el Ayudante de Marina, con quien tenía pendiente un partido de billar... porque ésta es otra de sus aficiones y el único vicio, eso es, que se le conoce; y fuéronse al Casino poco antes de llegar ustedes... Que lo siento en el alma, ¡caray! porque se hubieran conocido aquí todos, y eso tendríamos adelantado... Eso es.

Á este efecto fué creada en Real orden que expidió el dicho Ministro de Marina, Excelentísimo Sr.

Encontré un piloto que me habló de aquel suceso con sincero dolor. «Este es nuestro oficio, caballero: cuando el mar ruge con toda su fuerza, entonces estamos obligados á salirEl comisario de la marina, en cuyas manos están los registros de los vivos y de los muertos, y que conoce mejor que nadie la suerte de esas familias, me pareció hallarse también muy triste é inquieto.

»Las heridas son, como dicen los médicos, de pronóstico reservado; mas por lo que yo he podido comprender, el pobre Manuel quedará ciego. »Fue llevado al hospital de marina, y de allí, con grandes precauciones, le traje a París en cuanto lo permitió la prudencia.

Palabra del Dia

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