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Riffi, el sastrecillo de Charmes, recordó las juiciosas palabras de su mujer Sapiencia: «¡Riffi, darás lugar a que te rompan un hueso, y te lo habrás merecidoEl pobre hombre hizo promesa de un ex voto magnífico a la capilla de San León si volvía de la guerra; pero al mismo tiempo se dispuso a utilizar cuanto pudiera el gran fusil de munición.

Habiendo dominado esta ciencia, emprendió el escribir un tratado de ella en sus ratos de ocio, que eran los más del año, y si no lo dejara a la mitad, habría sido un monumento de la humana sapiencia.

Hablaba el loco de sus caballerizas, de sus cotos de caza, de los grandes dignatarios de su Imperio, de sus ministros, de sus consejeros, de los intendentes de sus provincias, y nunca se equivocaba ni acerca de sus nombres ni acerca de sus méritos, pero se lamentaba amargamente de haber sido derrotado por la raza maldita; y la anciana comadre Sapiencia Coquelin, siempre que le oía quejarse con tal motivo, lloraba a lágrima viva, y otras mujeres también lloraban.

Este sujeto había estudiado un poco de latín en sus mocedades, y era tan pedante, que sólo por tener alguno con quien lucir su sapiencia, insistió con tío Jeromo un día y otro día hasta que logró decidirle á que su hijo aprendiera latinidades.

Vuelto á Negroponte, se partieron luego las galeras, y navegando por las costas de la Morea, llegaron á la Isla de la Sapiencia, donde toparon quatro galeras de Riambau Dasfar, de quien ya tenia lengua Montaner. Los Venecianos sospechosos siempre como gente de República, apartandose con Montaner, le preguntaron si Riambau Dasfar era hombre que les guardaria fe.

Alzarlo en coro vosotros primogénitos benditos de la progénie patria, ilustres sabios, honor y prez del nacional decoro, que recibísteis con los mismos ritos la sal de la sapiencia en vuestros labios, y en comunión los unos con los otros brote del seno del filial linaje el cántico, que en labios de vosotros sea como un legítimo homenaje a la madre común.

Yo pensé que si don Guillén perseveraba en aquel modo de espíritu, no proseguiría narrándome la interioridad de su vida. Recordé lo que él me había dicho la noche anterior: que su padre, Apolonio, creía, de conformidad con la sapiencia búdica, que cada hombre lleva su destino escrito en la frente, con caracteres invisibles.

Los demás canónigos le envidiaban, entre otras cosas, sus hermosos ademanes en el púlpito y aquella bizarría con que manejaba el manteo, aquellos sus diversos estilos de arrebozarse con él y de derribarlo de súbito, a modo de capa soldadesca, como quien va a desnudar varonilmente la espada. Su primera lección fue un verdadero pórtico de sapiencia.

El santo del Obispo sonriendo, Con un blando semblante respondia A lo que Irala iba repartiendo, Que ya su condicion bien conocia: Bien á la propia suya resistiendo, Porque de Irala mucho se temia, Procura de sufrir, pues se solo, Y todos contra él con fraude y dolo. En esto de Castilla, ¡Dios eterno, Cuan grande es, y cuan alta tu sapiencia!

El filósofo, por su parte, busca en la apatía, en la serenidad, en la sapiencia, correctivo a la abrumadora pasión recóndita. Esa es la sofrosine. El filósofo llora por dentro y sonríe por fuera. Cuando al filósofo le llega la hora de su drama, su drama es tan intenso que siente como que se destruye, no ya su propio corazón, sino todo el universo, y nada existe ya.