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Actualizado: 28 de noviembre de 2025


Pero desde poco tiempo después que el señor Aliaga murió, visitó la casa asiduamente, sin dejar sospechar el sentimiento que le iba dominando y llevando a la perdición. Solía ir con su hijita mayor, esa... la que no te quiero nombrar. Cuando la viuda comprendió la pasión de su antiguo amigo, le cerró consternada las puertas de la casa. Ese mismo día, él se disparó un tiro en la boca.

Reduzca vuestra majestad los gastos de su casa, que España anda descalza me dice el padre Aliaga . Y cuando esto dice el bueno de mi confesor, cuento las ropillas que tengo y los doblones que poseo, y hallo que cualquier pelgar anda mejor cubierto y mejor provisto que yo.

; , señor, porque son muchas desgracias. ¡Válgame Dios! dijo el padre Aliaga ; la vida es una prueba... ; , señor, una prueba muy amarga. Pedid fuerzas á Dios, y Dios os las dará. ¡Dios me castiga! exclamó Montiño en una tremenda salida de tono, chillona, desesperada y rompiendo al mismo tiempo á llorar.

Aquesta sobre todas se señala En costoso aderezo de vestido, De Aliaga, Beatriz, lleva la gala En discrecion, aviso y buen sentido: Tambien la que no tiene cosa mala, Ni menos bueno que ella, su marido, lustre, con su lustre en toda Lima, Doña Maria Cepeda, de alta estima.

Llevaréis esta otra al duque de Lerma dijo el padre Aliaga devolviendo á Montiño la carta que la noche antes había escrito la madre Misericordia para su tío, bajo la presión del temor causado en ella por el Santo Oficio. El cocinero se levantó súbitamente, porque le tardaba en verse en libertad. Esperad, esperad todavía. Montiño volvió á sentarse con pena.

No por cierto; lo que acerca de ese joven, lo he encontrado en esta carta que me ha dado el cocinero mayor del rey dijo el padre Aliaga, sacando de debajo de su hábito la carta de Pedro Martínez Montiño. También el cocinero mayor me ha dado á leer esa carta dijo doña Clara. Sabéis, pues, entonces dijo el padre Aliaga guardándola de nuevo que ese caballero...

Y dió las órdenes al sumiller, cerró además la puerta de la cámara, y volvió á sentarse sobre la alfombra y á comer sus embuchados. Os ruego dijo el padre Aliaga que por estos momentos dejéis vuestro oficio de bufón y me respondáis bien, lisa y llanamente. Entonces reclamo mi sueldo de consejero. El rey sacó de su portabolsa una bolsa, y la arrojó al bufón.

La carta contenía lo siguiente: «Respetable padre y señor fray Luis de Aliaga: El celo por la religión de Jesucristo, y mi amor á la reina nuestra señora, me obligan á revelaros lo que por fortuna he podido averiguar y que interesa al servicio de Dios y al de su majestad.

Esperad, voy á alumbraros y á guiaros, fray Luis; ¡bah! eso pasará, nos entenderemos y seremos los más grandes amigos del mundo. ¡Ah, ah! te quedas aquí, hija mía. No llores, que no hay para qué. Vamos, padre Aliaga. El bufón salió y cerró la puerta exterior. Después de cerrarla se detuvo.

Las bondades de vuestra majestad no tienen límite para conmigo dijo el padre Aliaga, tomando un sillón y sentándose á una respetuosa distancia. ¡Mis bondades! No ciertamente, padre Aliaga dijo con acento dulce reina , os debo mucho; después de Dios, sois la protección que tengo sobre la tierra. La protección mía, señora, es muy débil.

Palabra del Dia

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