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Pero no puedo complacer á Roma sin rebajar la dignidad del rey. Es un recurso desesperado. Complaced al papa, á cambio de otra complacencia del papa. Explícate mejor. Pedid á Roma el capelo.

8 Os digo, que aunque no se levante a darle por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará, y le dará todo lo que necesite. 9 Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; tocad, y os será abierto. 10 Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que toca, es abierto.

Corrió la novia a su padre, abiertos los brazos, y el viejo y la niña se confundieron en un abrazo largo, verdadero, popular, abrazo en que crujían los huesos y el aliento se acortaba. Salían de las bocas, casi unidas, entrecruzadas y rápidas frases. Que escribas... cuidado me llamo... todos los días, ¿eh? No bebas agua fría cuando estés sudando.... Tu marido lleva dinero... pedid más si se acaba.

-Y ¡cómo si lo soy! -respondió el ya desnarigado escudero-: Tomé Cecial soy, compadre y amigo Sancho Panza, y luego os diré los arcaduces, embustes y enredos por donde soy aquí venido; y en tanto, pedid y suplicad al señor vuestro amo que no toque, maltrate, hiera ni mate al caballero de los Espejos, que a sus pies tiene, porque sin duda alguna es el atrevido y mal aconsejado del bachiller Sansón Carrasco, nuestro compatrioto.

Escuchó sin quererlo: Decid miedo y no desvío, mi señora; que no quisiera caer cual nuevo Icaro. La mujer replicó: Pues pedid al amor, y no al antojo, sus alas de verdad, que ésas nunca se derriten con llevar ellas mes mas el fuego. ¡Ah, esa tez, esa boca! ¡Por Dios, don Gonzalo, haceisme daño con las sortijas!

23 Y aquel día no me preguntaréis nada. 24 Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido. 25 Estas cosas os he hablado en proverbios; la hora viene cuando ya no os hablaré por proverbios, pero claramente os anunciaré de mi Padre. 26 En aquel día pediréis en mi nombre; y no os digo, que yo rogaré al Padre por vosotros;

Ahora emplead las súplicas y pedid albricias, comenzando por el más rico y concluyendo por el más dadivoso. El perro, que debía haber un mal espíritu en el cuerpo, así como esto oyó, se puso a los pies de aquel Pero Antúnez, usurero honrado, que, como ya se apuntó, prestaba un celemín, y recogía dos fanegas.

Elena, la discípula del presbítero, se marchaba en aquel momento, aunque no eran más de la diez. Su tío, un señor viejo, bajo y regordete como ella, de labios abultados y fisonomía riente, que andaba por los rincones solitario, no consentía retirarse después de esta hora. La niña, que era vivaracha y traviesa, al despedirse con ruidosos besos de sus amigas, procuraba ponerle en ridículo: «Qué quieres, hija; mi tío se empeña en hacer competencia a las gallinas. Voy a leerle la vida del santo del día. No puede dormirse sin enterarse de los martirios de Santa Irene o San Lorenzo. Adiós, adiós; pedid a la Virgen que sane mi tío de la cabeza».

Echa primero la viga de tu ojo, y entonces mirarás en echar la mota del ojo de tu hermano. 7 Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; tocad, y se os abrirá. 8 Porque cualquiera que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que toca, se le abre. 9 ¿Qué hombre hay de vosotros, a quien si su hijo pidiere pan, le dará una piedra? 10 ¿Y si le pidiere un pez, le dará una serpiente?

17 Porque ¡cuánta es su bondad, y cuánta su hermosura! El trigo alegrará a los jóvenes, y el vino a las doncellas. 1 Pedid al SE