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¡Sin etiqueta, señores! exclamó Braulio, y se echó el primero con su propia cuchara. Sucedió a la sopa un cocido surtido de todas las sabrosas impertinencias de este engorrosísimo, aunque buen plato; cruza por aquí la carne; por allá la verdura; acá los garbanzos; allá el jamón; la gallina por la derecha; por medio el tocino; por la izquierda los embuchados de Extremadura.

Petra, el ama de llaves, hizo milagros en aquellos dos días. ¿Qué pavos rellenos, qué cocido con morcilla, chorizo, embuchados y morcones, qué tortillas con espárragos trigueros, qué platazos de pepitoria, qué menestras de cardos, morrillas y guisantes, qué jamón con huevos hilados, qué tortas maimones, y qué deliciosas alboronías, picantes salmorejos, frescos gazpachos y ensaladas, y variados arropes y almíbares, no condimentó o presentó en la mesa de su amo?

Sus longanizas, morcillas, morcones y embuchados dejaban muy atrás a lo mejor que en este género se condimenta en Extremadura. Y tenía tan hábil mano para todo que hasta cuando derretía las mantecas sacaba los más saladitos y crujientes chicharrones que se han comido nunca.

Ya sazona la masa de las morcillas, echando en ella, con rociadas magistrales y en la conveniente proporción, sal, orégano, comino, pimiento y otras especias; ya fabrica los chorizos, longanizas, salchichas y demás embuchados. La mayor parte de esto se suspende del humero en cañas o barras largas de hierro, lo cual presta a la cocina un delicioso carácter de suculenta abundancia.

Sin etiqueta, señores, exclamó Braulio, y se echó el primero con su propia cuchara. Sucedió á la sopa un cocido surtido de todas las sabrosas impertinencias de este engorrosísimo, aunque buen plato: cruza por aquí la carne; por allá la verdura; acá los garbanzos; allá el jamón; la gallina por derecha; por medio el tocino; por izquierda los embuchados de Extremadura.

No he visto nada... Yo conozco a Marcos y que se burla de nosotros. ¿Qué le importa a él que perezcamos aquí? ¡Con tal de que no le falte su botella de vino, sus embuchados y que pueda fumarse una pipa tranquilamente junto al fuego, lo demás le tiene sin cuidado! ¡Ah, bandido!

Y dió las órdenes al sumiller, cerró además la puerta de la cámara, y volvió á sentarse sobre la alfombra y á comer sus embuchados. Os ruego dijo el padre Aliaga que por estos momentos dejéis vuestro oficio de bufón y me respondáis bien, lisa y llanamente. Entonces reclamo mi sueldo de consejero. El rey sacó de su portabolsa una bolsa, y la arrojó al bufón.

Este le tomó y dijo: Pues es necesario agradecerte el sacrificio que haces por , hermano, porque los embuchados te gustan mucho, razón porque te los sirven todos los días tus dos cocineros Montiño y Lerma. ¡Ahah! ¡acometedor vienes hoy! dijo el rey riendo algo sucede, de seguro. Sucede, que no sucede nada.