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El roce con la gente de la imprenta había dado a su franqueza cierto tinte rudo, a veces rayano en la grosería; a sus sentimientos honrados servía de intérprete un lenguaje tosco; para verle algo aseado y compuesto, era preciso aguardar al domingo: acaso no anduviese descaminado Tirso y, andando el tiempo, tuviera ella que llevarle en cesta la comida, resignándose a ser una menestrala, es decir, el tipo contrario al de las señoritas, cuyos modales y trajes procuraba imitar.

En fin, exclamó el oficial después de un corto silencio y como resignándose con el extraño alojamiento que la casualidad le deparaba, más vale incómodo que ninguno. De todas maneras, si llueve, que no será difícil según se agrupan las nubes, estaremos á cubierto y algo es algo.

El marqués no estaba menos admirado que su hija de esta transformación de sentimientos de su mujer. ¿En qué consistía? ¿Por qué, a medida que iba resignándose sin esfuerzo a quedarse sin el hijo, antes preferido, se aficionaba tanto a la hija, despreciada y aborrecida ayer?

La mujer artista, la triunfante mujer que se exhibe ante un público en medio de artístico artificio, es secretamente amada con un deseo delirante. Las heroínas de comedia, los astros de folies bergères han inspirado enormes pasiones y sus enamorados han llegado hasta el matrimonio, saltando por todos los obstáculos sociales y resignándose a no hallar ningún obstáculo en la noche nupcial.

Piense usted, don Marcos, que la juventud tiene sus derechos. Y la vejez sus deberes contestó el coronel con bondad, resignándose ante el porvenir. Ahora, de pie ante el príncipe, balbucea con timidez y confusión porque va á abandonarlo. Me espera Madó: la pobrecita sale muy poco. Le gusta que la lleve por las tardes al concierto en las terrazas. Son las cinco.

¡Un puerto! ¿No le sería a usted igual un puente? ¡Hombre! Yo les he prometido un puerto... Es que la consignación para esa clase de obras está completamente agotada. Anímese usted y llévese un puente. Podemos darle uno magnífico. El diputado iba resignándose. Si, a lo menos, tuviésemos un río... exclamaba, ya medio convencido.

Aún podía salvarse rompiendo por todo, declarándose insolvente y resignándose a la indigencia; pero Riquín tenía la tos ferina, estaba como un hilo, amenazado de morir consumido en los calores de Madrid como arista en el fuego. Era forzoso rendirse a la fatalidad, según Isidora decía, llamando fatalidad a la serie de hechos resultantes de sus propios defectos.

No hay que decir que la lavanderilla se asustó y afligió con esto, resignándose a no dormir, como a no comer se había ya resignado; y para distraer el hambre y el sueño se puso a registrar cuantos objetos había en la alcoba, llevando su curiosidad hasta levantar las colgaduras y los tapices.

No resignándose a pensar que fuese una enfermedad enviada por la naturaleza espontáneamente, se puso a imaginar que tenía la culpa la cocinera, que los alimentos eran de mala calidad, que se los servían unas veces crudos, otras salados o picantes, etc. Por reflejo, Clara tenía la culpa de todo. Se despidió a la cocinera; vino otra y pasó lo mismo.

Cuando faltaban estos viajes fuera de las rutas ordinarias, Mare nostrum hacía rumbo á América, resignándose á luchar en baratura con ingleses y escandinavos, que son los arrieros del Océano.