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Instaláronse, pues, los Miranda y los Gonzalvo si más cuidado que el de entregar al conserje sus abrigos de viaje y sentarse en sus respectivos puestos en el comedor. Aunque Lucía, y sobre todo Pilar, se sentían un tanto fatigadas del largo trayecto en ferrocarril, no dejaron de entusiasmarse con la belleza de la morada que les deparaba el destino.

En fin, exclamó el oficial después de un corto silencio y como resignándose con el extraño alojamiento que la casualidad le deparaba, más vale incómodo que ninguno. De todas maneras, si llueve, que no será difícil según se agrupan las nubes, estaremos á cubierto y algo es algo.

Ni la salud de Andrés ni su «piquillo» resistirían cuatro años de gastos, y cuatro años, cuando menos, me serían necesarios para que tuviera yo un título y pudiera tratar de compañero al doctor Sarmiento o al Lic. Castro Pérez. Hube de conformarme con lo que la suerte me deparaba.

Y Lidia... Al verla otra vez había sentido un brusco golpe de deseo por la mujer actual de garganta llena y ya estremecida. Ante el tratado comercial que le ofrecían, se echó en brazos de aquella rara conquista que le deparaba el destino. ¿No sabes, Lidia? prorrumpió alborozada, al volver su hija Octavio nos invita a pasar una temporada en su establecimiento. ¿Qué te parece?

Confesar a su marido el aprieto en que se veía era declarar una serie de atentados clandestinos contra la economía doméstica, que era la segunda religión de Bringas. Pero si Dios no le deparaba una solución, érale forzoso apechugar con aquel doloroso remedio de confesarse y con sus consecuencias, que debían de ser muy malas.

Había en su mirar tanta compasión, un interés tan puro y cristiano, que la pobre joven se felicitó interiormente de aquella amistad que le deparaba Dios en momentos de aflicción. Pensándolo así y dando gracias a Dios por un socorro moral de tanta valía, se sintió tocada del deseo de confiarse, de abrir un poco su corazón para mostrar sus penas.

Se despedían las damas con una sospecha maliciosa. ¿Qué hacía allí esperando? ¿Alguna nueva aventura que le deparaba su buena suerte?... Y la sonrisa de todas ellas tenía algo de grave: una sonrisa de personas mayores que conocen el verdadero significado de la vida y sienten conmiseración ante los ilusos que aún se entretienen con frivolidades.

Apolonio se hubiera despeñado en la negra desesperación, a no estorbárselo, de una parte, la compañía habitual del señor Novillo, con que se distraía de los sombríos pensamientos y se le deparaba coyuntura de explayar la exuberancia del lastimado pecho, y de otra parte, más principalmente, el amor a la duquesa de Somavia, un amor cada día más exaltado, más puro, más imposible, más delicioso y novelesco. «Con estas dos vejigas decíase Apolonio me mantengo a flote sobre las borrascas de mi espíritu

Y además nos hacemos la ilusión de volver á los primeros siglos de la humanidad naciente, cuando el salvaje, sin la suficiente destreza para construir puentes sobre los arroyos, se servía como nosotros de los que le deparaba la pródiga naturaleza.