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Actualizado: 13 de junio de 2025


Y con las alabanzas de los inteligentes crecían los deseos de mi amigo. «¡Remoño, no seas cabezota!... Dámelo por cuatro, que es lo que valeDeseaba ponerse majo al bajar a tierra; hablaba de cierta chica de su pueblo que estaba sirviendo en Buenos Aires... Al embocar el río de la Plata casi lloraba de rabia. «Me alargo hasta cinco.

Su testamento y sus cartas han sido obgeto de las alabanzas de varios historiadores aragoneses, castellanos y portugueses.

Y mil veces la estuvo repitiendo en su interior con una sublime congoja en que le parecía que el alma quería salírsele por la boca. Pero su boca seguía muda. Quería gritar, romper en alabanzas de Jesús, desahogar los ímpetus fervorosos de su pecho, y no le era posible. Sentía una extraña opresión que la mataba con una muerte celestial que no trocara por cien vidas.

Lope y Cervantes hablan en términos honoríficos del aplauso que merecieron las obras dramáticas de Virués , desprendiéndose de sus alabanzas que debía ser un poeta de primer orden. La crítica imparcial, sin embargo, nunca podrá darle este nombre.

Según lo que supe después al ir a Sanlúcar acompañando a la familia, D. José María había forjado una novela de heroísmo y habilidad por parte suya; en diversos corrillos refirió el extraño caso de la muerte de su hijo, suponiendo pormenores, circunstancias tan dramáticas, que por algunos días el fingido protagonista fue objeto de las alabanzas de todos por su abnegación y valentía.

Hombres y mujeres la rodeaban y poco faltó para que la llevaran en volandas. Oyose una voz que gritaba: «¡viva la simpatía!» y le echaron coplas de gusto dudoso, pero de muy buena intención. Los de Ido llevaban la voz cantante en este concierto de alabanzas, y daba gozo ver a D. José tan elegante, con las prendas en buen uso que Jacinta le había dado, y su hongo casi nuevo de color café.

SEGUNDA POSICION. Se dobla toda la mitad superior del cuerpo, apoyando las manos sobre las rodillas, y se grita en alta voz. ¡Dios mui grande! TERCERA POSICION. Se vuelve á enderezar diciendo: Dios oye, cuando se le dan alabanzas. CUARTA POSICION. Postrándose, con las rodillas, manos, nariz y frente en tierra, se dice: ¡Dios mui grande!

Las tres primeras, de Argensola, de que pronto hablaremos, sólo merecerían, sin duda, su aprobación porque están escritas en el estilo dramático más antiguo, que él mismo había seguido largo tiempo; por lo menos, en La Isabela y en La Alexandra no se hallan otros méritos, que justifiquen tan exageradas alabanzas como les prodiga.

Las hiperbólicas alabanzas que D. Francisco hacía de Golfín la llevaban como por la mano a otro orden de ideas, y arrugando el ceño, ponía cara de pocos amigos. «Cuando pienso en la cuentecita que me va a poner esta Santa Lucía con gabán decía , me tiemblan las carnes.

¡Vivir en la oración! continuó. ¡Vivir orando con los ojos del alma fijos en el eterno y leal amor! ¡Repetir incesantemente su nombre y sus alabanzas! ¡Eso si es felicidad! No dijo del mismo modo la mujer perfecta; yo no rezo, yo no puedo rezar. ¡Ay! exclamó él. Eso lo dice usted porque en su modestia le parece que aún no es bastante perfecta.

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