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Actualizado: 7 de junio de 2025


Manos adoradas, juguetonas, tiernas, como satinadas manos de muñeca; con la delicada pura transparencia que tienen las suaves hojas de gardenia... Manos adoradas, como dos inquietas diminutas brujas locas y traviesas, que lo mismo rompen todo lo que encuentran, que se unen pidiendo perdón, cuando pecan... ¡Que sean las dulces manos de mi nena, las que cierren mis ojos cuando yo me muera!

Pasó un año que en su reloj sólo representaba un segundo; luego pasó un siglo de igual duración... y al fin estalló el esperado trueno, temblando el «abrigo», pero con blandura, con sorda elasticidad, como si fuese de caucho. La explosión, á pesar de esto, resultaba horrible. Otras explosiones menores, enroscadas, juguetonas y silbantes surgieron detrás de la primera.

Como bestias menores, más ágiles y juguetonas en su incesante ladrido, los grupos del 75 aparecían interpolados entre los sombríos monstruos. Los dos capitanes habían recibido del general de su cuerpo de ejército la orden de enseñar minuciosamente al senador el funcionamiento de la artillería.

De pronto, las palabras que rezaba el clérigo con un tono discreto, suave, de un ritmo eclesiástico simpático, sugestivo, adquirieron verdadero valor musical, como un recitado; porque allá dentro alguien le soltaba los caños de sonidos al órgano, que llenó la solitaria iglesia de resonancias, de chorros de notas juguetonas, frescas.

La torre de la chimenea destacaba su obscura masa sobre el espacio punteado de resplandores; las vedijas de humo, al escaparse de su boca, empañaban por unos instantes el brillo de las constelaciones. El balanceo del barco hacía pasar las estrellas de un lado a otro de los mástiles, como luciérnagas juguetonas que saltasen entre palos y cordajes.

De pie, apoyado contra los postigos entreabiertos, veía evolucionar a Alicia y Juana de Blandieres, bulliciosas y juguetonas, a la linda Mabel con Platel, y a Diana, cuyos cabellos negros se inclinaban complacientemente hacia James Milk.

Por el pié del escombro baja un arroyo artificial que prodiga sus aguas salladoras al Jeneralife, la Alhambra, los cármenes vecinos y Granada. A una profundidad enorme corre el Darro, y, sinembargo, fué de ese riachuelo que, desde muchas leguas de distancia, trajeron corrientes abundantes á sus palacios y jardines los laboriosos Moros, esos amantes del sol y de las aguas juguetonas.

La vida se desarrollaba vigorosa y activa en ellos y en los vecinos bosques. Insectos de brillantes colores zumbaban en torno de hojas y flores; juguetonas ardillas suspendían sus escarceos para mirar al insólito caminante desde lo alto de las ramas, y ya se oía el gruñido del fiero jabalí en el matorral, ya el roce de las hojas secas pisadas por el gamo, que huía á todo correr.

Estás tan orgulloso de que te llamen sabio, que no miras a las gentes, ni tienes pizca de talento para adivinar lo que piensan los que te rodean. Maltrana la oía con extrañeza. Pero ¿qué tonterías dices, niña? ¿Es que estás borracha? Todas las máscaras se habían alejado hacia la cañada, donde sonaban los gritos de juguetonas persecuciones.

Sin abandonar su asiento, los jueces juntaban sus cabezas como cabras juguetonas, cuchicheaban sordamente algunos segundos, y el más viejo, con voz reposada y solemne, pronunciaba la sentencia, marcando las multas en libras y sueldos, como si la moneda no hubiese sufrido ninguna transformación y aún fuese á pasar por el centro de la plaza el majestuoso Justicia, gobernador popular de la Valencia antigua, con su gramalla roja y su escolta de ballesteros de la Pluma.

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