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Correo soy de seguro. Para correo habéis nacido. Por mi mala estrella; que los portes pueden ser tales, que de buena voluntad se perdonen. Sois hombre afortunado. Decidme, ¿dónde está mi fortuna, ya que habéis dado con ella? ¿Pues qué, no os amo yo? ¡Si se muriera uno! Dadle por muerto. Pero id, id, don Francisco, que creo que importa más de lo que pensamos. Adiós, pues, señora mía.

6 Y vi otro ángel volar por en medio del cielo, que tenía el Evangelio eterno para que evangelizase a los que moran en la tierra, y a toda nación y tribu y lengua y pueblo, 7 diciendo en alta voz: Temed a Dios, y dadle gloria; porque la hora de su juicio es venida; y adorad a aquel que ha hecho el cielo y la tierra y el mar y las fuentes de las aguas.

¡Oh! no temáis, señor; yo no cómo lo he dicho á vuecencia; ¡estaba loco!.., pero ahora, con el amparo de vuecencia, es distinto... distinto de todo punto... empiezo á vivir de nuevo. Id, pues, á ver á doña Ana, y convenid con ella á qué hora podré verla esta noche. Iré, señor. Y volved á avisarme. Volveré. Buscad á don Juan Téllez Girón, y dadle de mi parte esa cruz. Le buscaré.

Y embozándose en su capa, miró un triste reloj, que contaba con tristísimo compás la vida en el testero de la sala. No abráis á nadie: cuidado, cuidado con la puerta. Echad todos los cerrojos. Cuando venga mi sobrino, dadle algo que comer y que me aguarde. ¿Pero cómo va usted á salir con esos alborotos? dijo Clara con temor. No nos deje usted solas: tenemos mucho miedo.

Decidle que se asome para darle las gracias. No quiere... no quiere asomarse. Pues entonces dadle las gracias en mi nombre. Dice que no las merece. Dile que siento mucho que no se asome. Dice que por qué. Porque me gustaría mucho verla. Dice que bien vista la tienes.

Dadle lo suficiente para que pueda vivir sin hacer nada. ¡Guardaos bien, sin embargo, de tenerle en la abundancia! Volvería a beber, y ya sabéis las consecuencias fatales que os reporta a vos ese vicio. Con cien francos al mes, y la casa pagada, creo que tendrá suficiente.

ABIND. Pensé que era pasado, y no es venido. Salen NARVÁEZ y cuatro soldados, PÁEZ y ALVARADO, ESPINOSA y CABRERA. NARV. Dadle la mano, Alvarado, Y no haya más. ALVAR. No permitas, Pues siempre honor solicitas, Que pierda el que me han quitado. NARV. Volvedme a contar lo que es, Que en lo que hasta agora entiendo, Poco vuestro honor ofendo.

Dadle una copa de aguardiente dijo el doctor. No; prefiero fumarme una pipa. ¿Dónde está tu pipa? En el chaleco. Bien; aquí la tienes. ¿Y el tabaco? En el bolsillo del pantalón. Pues cargue usted la pipa, Despois. Este hombre tiene valor; ¡muy bien! Da gusto ver hombres de corazón. Vamos a cortarle el brazo en dos tiempos y tres movimientos.

Suplicad a nuestro buen emperador que no me eche; dadle la seguridad de mi plena, de mi absoluta sumisión... ELSA. ¡Vamos, padre! ¡Te lo suplico! Levántate. EL CONDE. , noble duquesa; suplicad al emperador que no destruya el nido en que ha nacido el pobre conde. No hay piedra, no hay agujero en el castillo que le sean desconocidos. De niño andaba a gatas por las losas del patio.

Pues no hay cuento que valga hasta que me haya remojado el gaznate. ¡Buena cerveza! Era en el otoño de 1356; nuestro príncipe Eduardo tomó por Auvernia, el Berry, Anjou y Turena, y de Auvernia os diré que las muchachas son zalameras y el vino agriado. En Berry dadle vuelta y aprended que las mozas son hoscas y el vino una bendición.