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Actualizado: 15 de mayo de 2025


Tal vez nos atreveríamos a censurar en esta novela la prolijidad en las descripciones y la inclusión de varios lances e incidentes que nada importan en la acción principal; pero lo expedito que para escribir es el autor, su mocedad, el ser ésta su primera obra, el casi invencible prurito de colgar en ella todos los adornos que se poseen, y la moda que hoy prevalece y que disculpa tales redundancias, nos arrancan de la mano la férula de que teníamos ya intención de servirnos.

Pasó todo el día cerrado en Tejada, en un estado de agitación próximo a la demencia. La única persona que se atrevió a entrar en su cuarto fué don Rosendo. Aunque adornado con perífrasis y redundancias periodísticas que acreditaban su temperamento de escritor, supo hablarle un lenguaje digno y generoso. El pobre Gonzalo, abatido, convulso, no le contestó una palabra.

La carta, después de leída, me satisfizo, porque, sin las redundancias de las que antes había ensayado, tocaba los puntos necesarios. Era humilde y expresiva, y la inclinaba suavemente a contestarme, que era lo que yo con ansia apetecía. Paca no fue todo lo puntual que hubiera deseado.

Escribiendo, era prolijo: su estilo se componía de las más crespas y ensortijadas frases que es dado imaginar. Pulía de tal modo su prosa, que parecía una cabellera con cosmético y bandolina, pudiendo servir de espejo; y sus versos eran tales, que se les creerían rizados con tenacillas. Nunca repitió una palabra en un mismo pliego de papel, por miedo á las redundancias y sonsonetes.

Así, este drama, á pesar de sus redundancias y del abuso que se hace en él de las apariciones, nos revela de la manera más brillante el estrecho enlace de la realidad ordinaria con los milagros más sublimes de la religión, medio eficacísimo, usado por los poetas españoles, para producir notable efecto poético, permitido por su fe y tolerado en el teatro. Antonio de Mendoza.

Palabra del Dia

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