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Ya lo que vas a contestarme, ya lo ; pero no lo digas, óyelo de mis labios: «Pues si estás segura de que te olvidaré, ¿por qué no rompes ahora mismo los lazos que nos unen?» ¡, Linilla, eso digo! ¿Por qué?

Desde que se rescató el Santa Ana no habíamos visto al joven Malespina. Por último, después de buscarle mucho, le encontré acurrucado en uno de los canapés de la cámara. Acerqueme a él y le vi muy demudado; le interrogué y no pudo contestarme. Quiso levantarse y volvió a caer sin aliento. «¡Está usted herido! dije : Llamaré para que le curen.

Algunos hombres estaban en derredor mío, observándome con interés. Lo primero que , fue: «¡Pobrecito...!, ya vuelve en ». Poco a poco fui volviendo a la vida, y con ella al recuerdo de lo pasado. Me acordé de Marcial, y creo que las primeras palabras articuladas por mis labios fueron para preguntar por él. Nadie supo contestarme.

Pero... exclamó interrumpiéndole su camarada de colegio, que, comenzando por echar á broma la historia, había concluido interesándose con su relato: ¿cómo estaba allí aquella mujer? ¿No la dijiste nada? ¿No te explicó su presencia en aquel sitio? No me determiné á hablarla, porque estaba seguro de que no había de contestarme, ni verme ni oirme. ¿Era sorda? ¿Era ciega?

¡Bah, lo veremos!... Ahí viene mi tía; está furiosa, porque soy yo quien soltó la vaca, los conejos y los capones, para quedar a solas con vos. Echadle una sobarbada; os garantizo que me ha pegado muy fuerte; tengo marcas negras en los hombros. Entró mi tía como un huracán, y el cura completamente estupefacto, no tuvo tiempo para contestarme.

Se trataba de hacer llegar a manos de Juan Ruiz la presente tarjeta que le entregaba. Sentado sobre la cama y dándole vueltas entre las manos, el guitarrista sonrió antes de contestarme. Aquella sonrisa me hirió profundamente.

Mi mujer hizo ademan de replicarme, sin duda para tranquilizar mis escrúpulos, porque tiene demasiado sentimiento moral para no comprender que la razon estaba de mi parte; quiso contestarme, repito; pero tuve la suerte de que se me ocurriera una observacion, á la cual no resiste nunca una mujer.

La Iñure me contó que una vez, hace mucho tiempo, un loro que tenía un marino de Elguea lo denunció, y por él se supo que su amo había sido pirata. A pesar de la ciencia y de las habilidades de todos los de su clase, Paquita me era muy antipático; nunca quería contestarme cuando le preguntaba si era casado, y una vez estuvo a punto de llevarme un dedo de un picotazo.

Inútil consideraba repetirle que no estaba yo hecho para aquel género de vida; sólo hubiera podido contestarme: «Váyase usted»; pero acaso aquel consejo le hubiese costado trabajo y además yo no lo habría seguido. Tenía el propósito de presentarme en casi todos los salones que ella frecuentaba.

Amigo le dije cuando estábamos en la calle en todas partes es usted el favorecido de las damas. No se dignó contestarme. Iba con la cabeza inclinada, fruncido el ceño y mudo como una estatua.