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No lo ; creo que es la hija de una pobre mujer que han encontrado entre la nieve fue la respuesta que Godfrey se arrancó del corazón con terrible esfuerzo. Al fin y al cabo, ¿estoy cierto? se apresuró a decirse a mismo, para tranquilizar su conciencia.

Acto segundo. Enrique, en su gabinete, pensando inconsolable en Ana: rodéanlo sólo el Cardenal y el gracioso Pasquín, pero no consiguen desvanecer la profunda melancolía que lo embarga; preséntase la Reina con su séquito para tranquilizar á su amado esposo.

Y mientras el cochero corría a un ventorro inmediato, Luis intentó tranquilizar a su mujer. Vamos, Ernestina, serenidad. No es para tanto. Esto es ridículo. Pareces una niña. Pero ella aún gemía cuando llegó el cochero con una botella llena de agua. En la precipitación había olvidado el vaso. No importa, bebe. Ernestina cogió la botella y se levantó el velillo. Ahora la veía bien su marido.

Estas confidencias, nada á propósito para tranquilizar el ánimo en quien no le tenía muy grande, templaron el deseo de encaminarse á París, mientras no lo hiciera un cuerpo de tropa mandado por M. D'Incarville. El mismo Duque de Montpensier le aconsejó esperar esta ocasión, y aun agregó á la tropa varios oficiales del Rey que le dieran particular escolta.

No me ha ocurrido un solo instante dudar de tu bondad ni de la de Marta. Sin embargo, para tranquilizar a Lacante, envíame en seguida una aceptación formal. Elena al Padre Javalieux. 24 de diciembre.

Y aunque ya había procurado tranquilizar su espíritu por medio de algunos adecuados puntapiés, todavía lo sentía agitado y triste cada vez que el hijo de la Pepaina se ofrecía a su vista. Sin preocuparse poco ni mucho de la conmovedora ceremonia que se estaba realizando en el presbiterio, D. Miguel recorrió la iglesia a paso lento, escudriñando todos los rincones.

Lo que la inquietaba seriamente era la posibilidad de una de esas curaciones maravillosas que echan por tierra todos los cálculos de la prudencia humana. Comenzaba a odiar al doctor Le Bris, tanto por sus escrúpulos como por su talento. Para acabarse de tranquilizar se prometió cortar en flor las gestiones de don Diego, hasta que ella hubiese tomado todas sus precauciones.

Asintió a ello la señora, y la tristeza de ambas se aumentó con la noticia, traída por la criada de Obdulia, de que esta se había puesto muy malita, con alta fiebre, delirio, y un traqueteo de nervios que daba compasión. Allá se fue Benina, y después de avisar a los suegros de la señorita para que la atendieran, volvió a tranquilizar a la mamá.

Así fue que rogó a su padre, con lágrimas en los ojos y sollozos en la voz: No me vuelvas a sacar a pasear hasta que termine la colcha celeste, papá... ¡ buenito, papá!... ¡Te lo pido por Dios y por la Virgen, papá!... Para tranquilizar a la pobre mártir exaltada y no perjudicar el buen efecto del paseo, tuvo que prometérselo así su padre... El día siguiente era el octavo día.

El Capitán y los dos jóvenes, para tranquilizar más a los chinos, que no acababan de perder el miedo, habían explorado un largo trecho de la costa, sin descubrir a ningún australiano. Van-Horn se internó unas cuantas leguas en la península, en una excursión que hizo, y sólo halló bandadas de cacatúas y de papagayos o huellas de algún que otro kanguro o casoar.