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Actualizado: 25 de mayo de 2025
Son jóvenes, están mal educadas, la conducta de su madre no puede servirles de buen ejemplo, y acostumbradas al lujo, es fácil que, al verse en la miseria, se pierdan para siempre.... No intentes contestarme; no me convencerás. Conozco adonde se llega siguiendo ese camino en que os halláis.... Os protegeré, pero ya sabes quién soy yo.
Tardó en contestarme; noté eso, que tardaba en hablar. En fin, encogiendo los hombros, me dijo: «Sí, efectivamente, para gastos preliminares, de preparación... pero tengo orden, ahora que me acuerdo, de pagar a usted inmediatamente ese dinero». Yo, la verdad, extrañaba que haciendo tan pocas horas que usted había recogido los cuartos... pero a mí, ¿quién me metía en averiguaciones?, ¿no es eso?
195 Al ver llegar la morena, que no hacía caso de naides, le dije con la mamúa: va-ca-yendo gente al baile. 196 La negra entendió la cosa y no tardó en contestarme, mirándome como a un perro: más vaca será su madre. 197 Y dentró al baile muy tiesa con más cola que una zorra, haciendo blanquiar los dientes lo mesmo que mazamorra. 198 !Negra linda! Dije yo.
LEONIE. ¡Tan joven y ya tienes una profesión...! CIRILO. ¡Sí...! LEONIE. ¿Y a qué te dedicabas cuando eras paisano...? ¡Nada... nada...! ¡Tienes que contestarme...! Yo te he referido toda mi vida y tú debes ser también franco conmigo... De lo contrario, me imaginaré que tienes un oficio del que te avergüenzas... No es ésta precisamente la razón que me impide confesárselo a usted...
Nanar, en vez de contestarme, hizo venir al punto a todas las bayaderas y cantatrices que había en el alcázar: se entiende que fuera del recinto, harén o como quiera llamarse, reservado a sus mujeres. Las tales sacerdotisas de Milita pasaban de novecientas, y eran de lo más bello y habilidoso que a duras penas pudiera encontrarse en toda el Asia.
Pero hay momentos en que temo que la culpa sea mía. ¿Qué habría hecho otra en mi lugar? La culpa la tiene ciertamente mi ignorancia, mi inexperiencia... »¿No quería o no podía hablar? Sin duda no quería ni podía. Una sola vez le pregunté: ¿Pero cómo? ¿Cómo ha sido?... Todavía lo oigo contestarme, desviando la mirada: «Otro día...» «En su opinión, el matarse no era un mal imperdonable.
Y para confirmación de esto mismo, un diálogo quiero referirte que con cuatro batuecos de estos tuve no ha mucho, en que todos vinieron a contestarme en substancia una misma cosa, concluyendo cada uno a su tono y como quiera. Aprenda usted la lengua del país les decía coja usted la gramática.
Así lo ha ordenado mi yerno, que, desde hace una semana, nos anuncia su llegada diariamente. Así, pues, ¿hace una semana que vive aquí el señor de Castelnau? pregunté a la Vizcondesa, la cual, adivinando la idea que me preocupaba, se apresuró a contestarme: Tranquilícese usted. Ya conoce usted a mi hija.
Palabra del Dia
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