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Actualizado: 15 de junio de 2025


Fue seguramente en aquellos mismos días cuando Pipaón, deseando rematar convenientemente sus honestas relaciones con Micaelita, determinó echarse al cuello la soga del matrimonio. Exigíalo su posición social, ya considerable, y lo pedía a grito herido su peculio, el cual con el acrecentamiento de los gastos y comodidades necesitaba refuerzos grandes.

Su morada en Lima, y la obligacion de sostener con decoro su rango, agotaron su peculio y lo dejaron sumido en la indigencia. Acostumbrado

De semejante vampiro, ¿qué podía nacer sino una hembra disipadora, antojadiza, levantada de cascos? Enviudó Juan al fin, y para rehacer su peculio destruido, se puso a trabajar de nuevo.

Dejaba de asistir al taller con harta frecuencia, y se pasaba horas y más horas en el café del Sur. Por el afán de aumentar su peculio había contraído el vicio del juego, frecuentando innobles garitos, o agregándose a los nefandos círculos que al aire libre, en las puertas de los ventorros de extramuros funcionan. Su suerte era mala, se aturdía y perdía casi siempre.

Allí, con su buen carácter, mucha paciencia y grande aplicación, fue haciéndose lugar y acrecentando su peculio, gastando menos según iba ganando más; hasta que a los quince años de droguero y a los veintiocho de edad, creyéndose bastante rico y por otros motivos que se sabrán, su amo le cedió la droguería con unas condiciones que, sin dejar de ser buenas para el cedente, eran un filón de plata para el ahorrativo e inteligente castellano.

No es por necesidad, ni por causa del empleo, como vuestra excelencia ve; sino por gusto. Quinito tiene, pues, su prosperidad satisfactoriamente asegurada. Por lo demás, supongo que doña Paulina le reúne un prudente peculio. En la casa, bien acreditada, hay ahora siete huéspedes, todos de confianza, estables, gastando como extraordinarios de cuarenta y cinco a cincuenta mil reis al mes.

Castellar dispuso se llevase a la Catedral las imágenes de la Virgen del Rosario, Santo Domingo y Santa Rosa en procesión solemne, que atravesó muchas calles ricamente adornadas y en las que había altares y arcos de mucho costo. Hízose un novenario suntuoso, costeando de su propio peculio la devota virreina doña Teresa María Arias de Saavedra los gastos de tan magníficas fiestas.

Ordinariamente, el aflictivo estado de su peculio le obligaba a limitarse a un real de guisado, que con pan y vino representaba un gasto total de cuarenta céntimos, o a igual ración de bacalao en salsa. Uno u otro condumio, con el pan alto, que aprovechaba hasta la última miga, comiéndoselo con el caldo y la racioncita de vino, le ofrecían una alimentación suficiente y sabrosa.

Sólo a la vista de un sombrero caprichoso, o al recibir la noticia de la llegada de una compañía dramática, o al anunciarse que el Casino daría una reunión de confianza, ardía súbito en sus corazones el fuego sagrado de la inspiración, despertábanse sus poderosas facultades poéticas, y en arrebatado vuelo salían de casa y se lanzaban a la de la modista, a la guantería, a la perfumería, dejando en todos los parajes señales de su agitación y alguna parte del peculio profecticio.

Entónces les contó en breves palabras el enano de Saturno, que tenia ménos recia la voz que Micromegas, con que gente estaban hablando, y su viage de Saturno: les informó de quien era el señor Micromegas, y habiéndose compadecido de que fueran tan chicos, les preguntó si habian vivido siempre en un estado tan rayano de la nada, y qué era lo que hacian en un globo que al parecer era peculio de ballenas; si eran dichosos, si tenian alma, si multiplicaban, y otras mil preguntas de este jaez.

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