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Actualizado: 24 de junio de 2025


Poco desviados de la ribera, vimos un tálamo en gruesos troncos de sabina sustentado, cubierto de verde juncia, y oloroso con diversas flores, que servían de alcatifas al suelo; vimos ansimismo levantarse de unos asientos dos mujeres y dos hombres, ellas mozas y ellos gallardos mancebos; la una, hermosa sobremanera, y la otra, fea sobremanera; el uno, gallardo y gentil hombre, y el otro, no tanto; y todos cuatro se pusieron de rodillas ante Auristela, y el más gentil hombre dijo: "¡Oh, , quienquiera que seas, que no puedes ser sino cosa del cielo!

¡Está el mundo perdido! decía la maestra del partido de Amparo, mujer de edad madura, de tristes ojos, vestida de luto siempre desde que había visto morir de viruelas a dos gallardos hijos que eran su orgullo . ¡Está el mundo revuelto, muchachas! ¿No sabéis lo que pasa allá por las Cortes? ¿Qué pasará?

Don Manuel, el hombre de las economías inauditas y las ruindades sin ejemplo, estremecíase de rabia al ver el uso que Rafael hacía de sus liberalidades. Regalábale una sotana nueva, y al punto la rasgaba en dos, quedándose con la parte del pecho y dando el espaldar a algún compañero pobre, con cuyo reparto iban ambos tan gallardos cubriendo con el manteo la desnuda trasera.

Apuesto a que pasa por junto a y no me saluda; ¿apostamos? Aquí viene; me acercaré para que me vea. Le hablaré en flamenco. «Buenas tardes, zeñó Zurupa». Esto decía Mariano acercándose a un jinete que avanzaba por la orilla del paseo, montado en un caballo español puro, de cuello corvo y movimientos tan gallardos como pesados.

Su ex perseguidor no tenía nada en la figura ni en el trato que lo hiciese aborrecible. ¿Sería, por el contrario, que le hubiese impresionado demasiado favorablemente su presencia? Tampoco. Veía diariamente en sociedad muchos jóvenes más gallardos y de más agradable conversación. Así que, la sorprendía tanto como la irritaba encontrarse pensando en él.

Nadie ignora aquí que mi padre la pretende. Mi padre, a pesar de sus cincuenta y cinco años, está tan bien que puede poner envidia a los más gallardos mozos del lugar. Tiene además el atractivo poderoso, irresistible para algunas mujeres, de sus pasadas conquistas, de su celebridad, de haber sido una especie de D. Juan Tenorio. No conozco aún a Pepita Jiménez. Todos dicen que es muy linda.

Preguntó el general quién era el arráez del bergantín y fuele respondido por uno de los cautivos, en lengua castellana, que después pareció ser renegado español: -Este mancebo, señor, que aquí vees es nuestro arráez. Y mostróle uno de los más bellos y gallardos mozos que pudiera pintar la humana imaginación. La edad, al parecer, no llegaba a veinte años.

Quién dice que el Cristo crucificado del Museo del Prado, es imagen teatral y lúgubre, o que tiene mucha sangre; quién niega que sean de mano de Velázquez las figuras del cuadro de la Vista de Zaragoza; otros le atribuyen lienzos medianos en que no puso pincelada; escritor hay que al hablar de Las Lanzas le supone la ruin malicia de haber pintado zafios a los holandeses y gallardos a los españoles; no falta quien acepte por auténticos cuadros como la pequeña Reunión de retratos del Louvre, y hasta se ha llegado a echar de menos en Velázquez cualidades que poseía en alto grado.

Era la Virgen de los barrios en que había nacido, y además su pobre padre no dejaba ningún año de ir en la procesión vestido de «armado». Era un honor que le correspondía a la familia, y a no ser él quien era, se calaría el casco y empuñaría la lanza, yendo de legionario romano, como habían ido muchos Gallardos que estaban pudriendo tierra.

Me ocurre echarlas al fuego para entretenerme en ver las llamas que las devorarían en pocos minutos; pero me es imposible resistir al deseo de que sean conocidas estas memorias, escritas por un pobre muchacho, admirador incondicional de aquellos escritores gallardos y de aquellos poetas amables y sentidos que fueron delicia de nuestros padres.

Palabra del Dia

rigoleto

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