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Actualizado: 22 de junio de 2025


Bebe leche por la mañana, al mediodía y á la noche, recién ordeñada, como la toma el ternero, ó trasnochada y cubierta de crema, cocida ó cruda, líquida ó en requesones ó en queso..... ¡Mama á todas horas, te digo, y te nutrirás, te refrescarás, sacudirás todas las ruindades madrileñas, y remudarás tu sangre, tu color, tu vida, todo tu ser! ¡Oh, ! La benignidad de este clima es prodigiosa.

¡Ah, sin motivo! exclamó Aldama con acento sarcástico . Los hombres perversos nunca encuentran motivo para que se les odie. Y en el fondo tienen razón. ¿Qué culpa tienen ellos de haber nacido perversos? A ti te consta mejor que a nadie la serie de ruindades que ese hombre ha hecho conmigo. A sólo me consta porque me lo has dicho.

Se reía de las ruindades y estupideces de todos los partidos, pero a menudo era presa de desalientos, que se reflejaban en alguna ocurrencia chistosa. Jamás lo vi exaltarse; se conservaba en calma, en medio a los variados rugidos de sus huéspedes, seguro siempre, de que suya sería la última palabra, pues veía claro y lejos. Sin embargo, sus antipatías eran vehementes y execraba a los republicanos.

Pero Rocafort poco acostumbrado á sufrir personas que pretendiesen detener y corregir sus desordenes respondió á Tibaldo con tanta aspereza, que le obligó á poner remedio mas violento, y desesperado de poder mantener á Rocafort en el servicio de su Príncipe, sino se le consentían sus ruindades, determinó vengarse de él, y dexar nuestra compañia.

Don Manuel, el hombre de las economías inauditas y las ruindades sin ejemplo, estremecíase de rabia al ver el uso que Rafael hacía de sus liberalidades. Regalábale una sotana nueva, y al punto la rasgaba en dos, quedándose con la parte del pecho y dando el espaldar a algún compañero pobre, con cuyo reparto iban ambos tan gallardos cubriendo con el manteo la desnuda trasera.

...Aquí realizaría el ideal de mi vida pensaba Melchor, en la más pequeña de estas propiedades pasaría toda mi vida, reducido al trato de los míos... mis padres... mis hermanos... Clota... los hijos que tuviéramos... todos viviendo la vida sana y pura del campo... ¡Y pensar que los dueños de estas estancias sólo vienen a pasar breves temporadas en ellas cuando los arroja de la ciudad la prescripción imperiosa de la crónica social que publican los diarios!... ¡Ah!... ¡es toda una tiranía la vida moderna!... Vanidades que no tienen nombre... exigencias que no tienen ningún fin moral... Absurdas necesidades que no conducen más que a sacrificios improductivos... una desenfrenada carrera por aventajar al que va delante... ¡y el poder arrollador de ese vértigo dantesco en que todos vivimos pagando en lágrimas y en angustias y en ruindades y en bajezas nuestro tributo miserable y estéril!... ¡Y cómo al alejarnos de ese ambiente vemos la densidad de las sombras que lo envuelven!... ¡Cuántos hombres lacerados por la envidia... abrumados por el pesar de obligaciones anonadadoras y contraídas con el solo fin de pagar dos líneas de esa crónica social!... ¡Cuántas energías malogradas... y cuánto sacrificio sin provecho!... ¡Superficialidad y mentira!... ¡mentira en todo!... La mentira contumaz en la sociedad entera... porque no somos una sociedad en que se mienta más o menos... ¡somos una sociedad que miente!... Si casi no hay un sólo hogar de alguna apariencia en que no impere la mentira... Los padres simulan una capacidad económica de que carecen... los hijos fingen una educación que no tienen... ¡mienten!... las hijas gastan lujos que no han pagado... mienten... las señoras... las señoras... las señoras...

Porque en aquella época eran muy pocos todavía los que desdeñaban este calzado patriótico y confortable. Tal cual pollastre que por haber estado en Valladolid estudiando medicina se creía por encima de estas ruindades y alguna que otra damisela melindrosa que afectaba el no saber andar con ellas.

Nada, en efecto, ayuda tanto á escrutar la vida, como la «contrafigura de la vida»; es decir, el teatro, porque sobre el escenario, ante el resplandor de la batería y entre rocas de madera y muros y horizontes de trapo, laten el amor, los celos, la ambición, la codicia, el disimulo, todas las ruindades y pasiones, en fin que riñen y se cotizan en el cruel mercado humano; que es la farándula, lector, «un mundo» abreviado ó miniaturizado, «del mundo»...

Palabra del Dia

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