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La raza española es tremenda, chico, para la asimilación de todo lo que pertenece a la forma... ¡Pero si habías de verla ...! Yo, te lo confieso, estaba pasmado, absorto, embebe... ¡Ay Dios mío!, entró Jacinta, y Villalonga tuvo que dar un quiebro violentísimo... «Te digo que estaba embebecido.

Son hechos los poetas de una masa Dulce, süave, correosa y tierna, Y amiga del hogar de agena casa. El poeta mas cuerdo se gobierna Por su antojo valdio y regalado, De trazas lleno, y de ignorancia eterna. Absorto en sus quimeras, y admirado De sus mismas acciones, no procura Llegar á rico, como á honroso estado.

El hongo gris, la faja roja, las recortadas patillas destacándose sobre el rostro color de sebo, y sobre todo el ojo blanco, sin vista, frío como un pedazo de cuarzo de la carretera, en suma, la desapacible catadura del Tuerto de Castrodorna dejaron absorto al chiquillo.

La ciudad estaba completamente embanderada; yo seguía absorto de la mano de Alejandro, que, caminando con desdeñosa indiferencia, procuraba quitarle la vereda a todo aquel en quien él creía encontrar un transeúnte alegre. Entramos a la plaza Victoria; frente a la Policía se levantaba un arco adornado con banderas patrias y grandes palmas de sauce llorón.

Don Juan, mudo y absorto, permanecía en pie; Cristeta separó a un lado las ropas e hizo a su amante seña de que se sentara junto a ella en el sofá. Obedeció él, y en seguida, mirándolo todo con extrema curiosidad, sin poder ni querer contenerse, dijo: Esto es imposible, no puede ser. ¿Vives aquí? Cristeta, con grandísima calma, pero algo alterada la voz por la emoción, repuso: Esta es mi casa.

Yo estaba absorto, pasmado y lelo, contemplando la seductora ignorancia, la infantil malicia, la franqueza sin freno de aquella alma, a quien la falta de toda educación mundana presentaba en la desnudez de su inocencia.

Habían pasado así dos horas cuando Hullin, al mirar casualmente a través de los cristalillos de la ventana, suspendió su trabajo y permaneció con los ojos muy abiertos, como absorto por un espectáculo inusitado.

Yo te llevaré a la casa.... ¡No quiero, que no quiero!, gritó ella levantándose de un salto, y poniéndose frente a Teodoro, que se quedó absorto al ver su briosa apostura y el fulgor de sus ojuelos negros, señales ambas cosas de un carácter decidido.

Grano de Sal parecía absorto en un doloroso recuerdo mirando su reloj. Son cinco litros de vino y una botella de aguardiente dijo el posadero, con su gorra en la mano, e inquieto de la prolongada permanencia de los dos marinos. Lo que sobre para ti dijo Grano de Sal arrojándole una moneda de oro. Y dando el brazo al viejo Durand, se encaminó con él hacia la capilla de San Juan.

Cuando se le veía hablando; embelesado con Josefina, los ojos recreándose en la contemplación de su belleza, mudo y como absorto unas veces, animado otras hasta la locuacidad, comprendíase el por qué de tales dulzuras y complacencias para con la madre de aquel tesoro de discreción y hermosura. La solicitud con que a la duquesa atendía, se explicaba por el afán de acercarse a su hija.