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El obispo sería hospedado en casa de los señores de Roldan los tres o cuatro días que estuviese en Villalegre. Doña Inés, por tanto, pensando en los preparativos y en todos los medios que había de emplear para hacer con lucimiento recepción tan honrosa, perseveró en refrenar su ira contra Juana la Larga, a quien imaginaba seductora de su padre.

En un murmullo de charlas alegres, las jóvenes revelaban su alma con la misma gracia o inocencia, que en sus vestidos se revelaban sus cuerpos. Los jóvenes dejaban rebosar de su espíritu y de su corazón, esa adoración inconsciente, tan impulsiva y por lo mismo tan seductora, de la juventud y de la fuerza, hacia la gracia y la belleza.

Es evidente que esa joven corría dos liebres a la vez y que lo reservaba como plato de segunda mesa. Sin embargo, estoy segura de que él la ama todavía... ¡Es tan hermosa y tan seductora!

»Hace unos seis meses, mi madre me presentó en una casa donde debía encontrar una señorita llena de cualidades y limpia de todo defecto. Encontré, en efecto, una encantadora joven, de una elegancia perfecta, amable, graciosa, alegre, y, en una palabra, enteramente seductora.

Y si el noviazgo no terminase en casamiento, ¿adónde iría yo a ocultar mi vergüenza, arrojada de este pueblo por seductora de señores ancianos? Lo de la ancianidad, tantas veces repetido, ofendió mucho a don Paco en aquella ocasión, y muy picado, y con tono desabrido, exclamó haciendo demostración de retirarse: Veo que presientes graves peligros. No quiero que te expongas a ellos por mi culpa.

Entristecíase Mina al recordar este suceso: el gran error de su existencia, el cambio fatal de rumbos. Se llevaba una mano a la frente, como si quisiera arrancarse un recuerdo tenaz para arrojarlo al Océano... ¡Los crueles engaños del arte! ¡Las intermitencias del talento, que en unos apunta como flor seductora con los días contados y en otros tiene la inmovilidad grandiosa de la montaña!...

¡Ay! no se parecía mucho a la seductora Miguelina de otros tiempos... Había engordado, había perdido su rostro toda expresión, sus tocas le caían sobre la frente y escondían sus cabellos ya bien canosos. Su vestido de oscuro color, de rectos pliegues, sus ojos medio cerrados, su cara de cera, la expresión reservada y dulzona de su fisonomía, le daban todo el aspecto de una beatucha.

Acompáñeme; daremos un paseo por la Castellana. La tarde es magnífica; un poco de oxígeno sienta bien después de ese ambiente tan pesado. Rafael subió, seguido por la mirada de asombro del ujier, admirado al verle en tan seductora compañía. Comenzó a rodar la berlina; los dos, en íntimo contacto, sintiendo el calor de sus cuerpos, chocando dulcemente con el suave movimiento de los muelles.

Venía de un baile; traía en los vestidos como un olor de lujo, de los ramilletes de las mujeres y del placer, y en su semblante, un poco plegado por la vigilia, llevaba resplandores de fiesta y cierta palidez, cierta emoción que le prestaba una elegancia infinitamente seductora.

Hacía tiempo que había echado los ojos para tan laudable destino, sobre Juana de Maurescamp, cuyo desastre conyugal no había escapado a su vieja experiencia. Sin entrar al respecto con su hijo en explicaciones malsanas, trató siempre que pudo de ponerle ante sus ojos a aquella seductora criatura, sin descuidar ninguna ocasión de revelar sus bellas cualidades.