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Tenía que atraer a la Princesa, y al propio tiempo serle indiferente o poco menos; tenía que mostrarle afecto y no sentirlo. Consistía mi papel en hacer el amor por cuenta de otro, y a una joven que, princesa o no, era desde luego la más hermosa que había visto en mi vida. Me recibió con encantadora confusión, que hizo aún más difíciles los primeros momentos de nuestra entrevista.

Sus mejillas ruborosas y su mirada, un tanto inquieta prestaban a su semblante una expresión de candor inefable. La felicidad revelada en su rostro, realzaba su belleza: sus miradas vagaban de su novio a su padre, y de éste a su novio, haciéndoles por igual con coquetería encantadora los honores de su gracia.

El contacto de estos hombres es peligroso; porque sea que hablen, sea que escriban, suelen distinguirse por una facilidad encantadora; y, lo que es todavía peor, comunican á todo lo que tratan cierta apariencia de método, claridad y precision que alucina y seduce.

Si fuese yo una reina de otros tiempos, querría condecorar a todos mis bravos defensores... No soy más que una hija de la libre América, pero os pido que llevéis sus colores en memoria mía. Y con encantadora amabilidad, empezando por el último soldado y acabando por el capitán, les distribuyó la cinta azul sembrada de estrellas, un poco ajada, que adornaba su traje.

Más encantadora aun me parece la discreta fuente que nace en el fondo del arroyo á la que sólo contemplan los observadores estudiosos de la naturaleza.

Se encontraba en el alcázar mágico de una encantadora. Cuando hayamos dado un enorme escándalo dijo la condesa sirviendo un plato á Quevedo y haciéndole la copa ; cuando sin temor á nadie ni á nada, seamos yo tuya y mío; cuando nuestro nido de amor sea más hermoso y más rico que éste; cuando nos rodee una familia tuya y mía...

Tenía entonces el corazón lleno de gratitud hacia la mujer hospitalaria que tan bien le había cuidado, pero ahora la encontraba mucho mejor y sus sentimientos se complicaban con un interés muy vivo por la encantadora persona que vivía con ella, y cuyo nombre no sabía siquiera. Desde que había conocido á la sobrina, amaba cien veces más á la señorita Guichard.

Al entrar Lázaro salió la doncella, y Margarita, ladeándose ligeramente en la butaca y echando atrás el rostro, animado por una sonrisa encantadora, le tendió la mano.

La esperanza de que el sujeto de su amor, encubierto con el amigo manto de la tenebrosa noche, viniese a decirla sus amantes penas con la regalada cadencia de la encantadora música, despertándola de su inquieto sueño, tenía a la hermosa indiana, toda anhelo, toda impaciencia, toda oídos y toda ojos; y cuando oyó la voz doliente, dulce y grave del que cantaba, y los conceptos de la amorosa canción, abriéronsela las entrañas para recibir en ellas el encendido suspiro que fue de la canción fin y remate, y confirmación del alma de lo que habían dicho los labios; y saliósela de la suya otro tan amantísimo y hondo suspiro, que si el cantor le oyera, no se tuviera por venido a un valle de lágrimas, sino a un encantado paraíso; y no le oyó, porque a punto sonó el ¡ténganse a la justicia! de la ronda, tras lo cual vinieron las cuchilladas y tumulto.

D.ª Rafaela quedó un poco sorprendida de aquel modo original de saldar cuentas; pero viendo el rostro de Godofredo cubierto de rubor, sus ojos serenos, inocentes, posarse dulcemente sobre ella con encantadora expresión de vergüenza, no pudo menos de sonreír. ¡Conque regalitos, eh! Vamos, no se ponga usted colorado. El hijo predilecto de la Iglesia se puso mucho más rojo aún.