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La tierra es arenisca y sin leña, pero no falta pasto: su calidad es mejor que la del Rio Negro, exceptuando la llanura de este á donde lo bañan las corrientes; hallé rastro fresco de caballos silvestres, como de 70 animales, y abunda de perdices, leones, jabalies y liebres. Se tendió la red y se pescaron pejereyes, sollas y bacalao, pero poco. Al anochecer volví á bordo.

Sin embargo, la tierra de Maribona puede que esté un poco blanda; llovió bastante estos días. ¡Qué ha de estar! profirió don Mateo. Ahora en el verano pronto se seca. Además, toda aquella región es caliza y absorbe el agua fácilmente. Los notarios le miraron con enternecimiento. Me ha dicho Pepe la Esguila prosiguió que los paisanos han visto saltar las liebres estos días en Ladreda.

Hablar de las liebres, era para don Víctor y Sanjurjo la antesala del Cielo. Levantarlas con las varas, metidos en la maleza hasta la cintura, el Cielo mismo. ¡Qué lástima de día! exclamó don Víctor dando un suspiro y mirando al cielo por los cristales del balcón, llenos de polvo. Verdad contestó Sanjurjo, dando otro suspiro.

Las mugeres de distincion, ó las parientas de los caciques pueden tener esclavos que las ayuden, aun en lo mas penoso de sus trabajos; pero si carecen de ellos, deben aguantar como las demas. Corresponde al marido hacer las provisiones de caballos, avestruces, guanacos, liebres, jabalies, armadillos, antas, &a., ó lo que el país produce.

Este pais abunda en todo género de caza menor, como liebres, armadillos, avestruces, &a.; produce pocos ó ningun guanaco.

Desde un peñasco, en lo mas alto de la isla, descubrió el Padre Quiroga, que la canal de este puerto corria algunas leguas al oeste sud-oeste. Tambien el mismo, y los dos pilotos, marcaron la isla de los Reyes, y la isla de las Peñas, que está en la costa septentrional. En la isla de Olivares hallaron algunas liebres y avestruces, y mármoles de varios colores.

En este no encontramos vestigio de gente ni indios, mas mucha abundancia de sal muy especial con visos de rosada. Encontraron liebres, guanacos, lobos y perdices, cochinilla silvestre, yeso, ocre y canchalagua.

De un salto bajó de su caballo e hizo lo que yo le pedía. ¿Qué quieres hacer? me preguntó. Vas a verlo dije, pero primero suelta los caballos... ¡No faltaba más! dijo Roberto riéndose. Me haces el efecto de quien quiere coger las liebres poniéndoles un grano de sal bajo la cola. E hizo ademán de atar las riendas a un tronco de árbol. ¡Suéltalos! ordené.

Al castillo de Ceyssat, de Ceyssat.... Parece que hay liebres y corzos a puñados, a puñados... y en el castillo se pasa bien; hay mucha gente; diez y ocho huéspedes.

Cuentan que cuando encontraba en su camino a algunos cazadores, él se afligía un poco y rogaba por las perdices y las liebres, y les decía a estos fieros hombres: No os canséis en perseguir a esos seres inocentes, que yo he rogado al Señor por ellos y el Señor les conservará la vida.