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Al siguiente día, Barbarita, que no quería dar su brazo a torcer, llevaba unos papelitos muy raros de pasta, todos llenos de garabatos chinescos.

En la sala se produjo una confusión espantosa: todos gritaban, todos estaban en movimiento, y los señores alcaldes, que se vieron venir sobre ellos á Juan Morán, saltaron de sus sillones y detrás de los asientos muy agazapados procuraron esconderse llenos de terror, pues todos se veían ya atravesados por el acero del bravo.

Me llamó la atención una joven bastante linda que, mientras hablaba con don Acisclo, dirigía miradas de amor al través del follaje de una hortensia al lenguado gaditano, que le correspondía por el mismo conducto, sin dejar de meterse el dedo en la nariz. Los lienzos de las paredes estaban llenos de cuadros al óleo.

Después, el libro estaba llenos de recuerdos del muerto: la Condesa confiaba a aquellas páginas sus más caros recuerdos de hija, con un dolor tan acerbo, pero al mismo tiempo consolado por la esperanza cristiana, que en ciertos párrafos parecía hablar aún del padre vivo, como al principio del libro.

18 Y no os embriaguéis de vino, en lo cual hay disolución; mas sed llenos de Espíritu; 21 sujetados los unos a los otros en el temor de Dios. 22 Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor. 23 Porque el marido es cabeza de la mujer, así como el Cristo es cabeza de la Iglesia; y él es el que da la salud al cuerpo.

Sentía desde su juventud, imperiosa necesidad de ser galante con las damas, frecuentar su trato y hacerlas objeto de madrigales tan inocentes en la intención, cuanto llenos de picardía y pimienta en el concepto.

Según la descripción, había allí hermosos palacios; toda comodidad, deleite y regalo; bien cultivadas huertas, donde se cosechaban granadas, manzanas é higos; sembrados fértiles, estanques llenos de peces, mucha miel y vino más dulce y más aromático todavía. Otro escrito hierático de la colección, adornado con viñetas y muy extenso, es el Litro de los muertos de Taruma, sacerdotisa de Ptah.

El viejo caserón de los Febrer, con sus hermosos ventanales faltos de vidrios, sus salones llenos de tapices y sin alfombras, sus muebles venerables confundidos con los más ruines enseres, le parecía igual a un príncipe arruinado ostentando aún manto brillante y corona gloriosa, pero descalzo y sin ropa blanca.

De estos viajes volvía humillado, con los ojos llenos de lágrimas. Tenía en la frente la huella negra de un golpe; su chaqueta estaba desgarrada. Eran rastros de un débil intento de oposición durante la ausencia del dueño al iniciar los alemanes el despojo de establos y salones. El millonario se sintió ligado por el infortunio á unas gentes consideradas hasta entonces con indiferencia.

Allí, replegada en un rincón, medio desnuda, temblando de frío, había una mujer. Una joven con los cabellos canos... Una ruina como yo... Sin embargo, mis ojos vieron su hermosura... aquella mujer debió tener los cabellos negros y brillantes, y los ojos negros y llenos del fuego del amor. La miré, me miró, se arrancó de su rincón, y se vino a asir los hierros de su jaula.