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Y sin poder evitarlo, empieza a agarrarse con mano nerviosa a su amiga y a dejar salir de su boca exclamaciones de angustia y terror. ¡Ay, Dios mío, vamos a perecer; vamos a perecer! No pasa nada; tranquilízate, Rosario.

Pero el dinero no es todo para . Quiero ser feliz antes que nada. No le ocultaré que hace poco tiempo era una señorita de almacén y no pensaba que algún día sería una dama del gran mundo como usted y como la condesa: vendía trajecitos para muchachos. Cierto día pasa a mi sección un caballero alto, bastante joven, buen mozo, moreno, como los que se ven en los cinemas.

Y tras otra larga mirada de examen, constató: El hilo pasa por el medio, no hay grampas. Están muy cerca uno de otro. Cerca, los postes, , indudablemente: tres metros.

No nos moveríamos de aquel sitio, si el amo, el imperioso soberano de la playa no nos expulsara por medio del flujo. Al día siguiente, uno se encamina al mismo punto. Es aquello la escuela, el museo, el insaciable divertimiento para el hijo y la madre. Allí el ojo avizor de la mujer á la par que su tierno corazón, adivinan cuanto pasa sin escapárseles el menor detalle.

Madre, eso es una crítica merecida por la ligereza de mi primera elección; ahora veo más claramente lo que pasa en . Juan ha hecho algo más que cumplir su deber hacia ; ¿no lo sabías?

Zalacaín la contempló absorto y luego abrió la puerta de la casa, la cerró despacio y, al encontrarse en la calle, se vió con un espectáculo inesperado. Bautista discutía a gritos con tres hombres armados, que no parecían tener para él muy buenas disposiciones. ¿Qué pasa? preguntó Martín.

Y vea usted, es soltero... y se pasa la vida en Londres aburriéndose... Lo que yo digo; podría haber hecho feliz a una joven, de las muchas que hay en la familia... Siempre que viene a verme, le largo un espich como él dice, él se ríe, se ríe...».

Atraviesan el puente levadizo y continúan su carrera por el prado inmenso, que termina allá, en el bosque de abetos. Gertrudis da un regate hábil, pasa como una flecha junto a Juan, y antes que él haya podido seguirla está al otro lado del río.

Como en general no se sabe hablar de nada, sino de intrigas amorosas, como no se habla de artes, de ciencias, de cosas útiles, como ni de política se entiende, no se puede uno dirigir ni sonreír tres veces a una mujer; no se puede ir dos veces a su casa sin que digan: «Fulano hace el amor a Mengana». Esta expresión pasa a sospecha, y dicen con una frase por cierto bien poco delicada: «¿Si estará metido con FulanaAl día siguiente esta sospecha es ya una realidad, un compromiso.

Tonta, ¡si es como agua! ¡Si aunque te ajumeres, esto se pasa en seguida!... Cuando terminó la cena, sonaron las guitarras y la gente formó corro, sentándose en el suelo ante las sillas que ocupaban los músicos y el señorito con su gente. Todos estaban ebrios, pero seguían bebiendo. ¡Qué basca!