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12 Celos aun del aire matan, fiesta que se representó á SS. MM. en el Buen Retiro, cantada. 1 El mágico prodigioso, de D. Pedro Calderón. 2 Callar hasta la ocasión, de Juan Hurtado Cisneros. 3 Auristela y Lisidante, de D. Pedro Calderón. 4 Guardar palabra á los santos, de D. Sebastián Olivares. 5 La difunta pleiteada, de D. Francisco de Rojas Zorrilla.

Prometí á V. no ha muchos días, mi excelente amigo, darle cuenta de los curiosos pormenores contenidos en la «Quenta del gasto que se hizo en el hospedaxe del embajador de yngalaterra en estos Reales Alcázares de la Ciudad de Sevilla por mandado del Conde Duque de Olivaressegún reza un curioso m-s. que tuve la suerte de encontrar en la tarea que me impuse, años hace, de ordenar los involucrados papeles de aquel Palacio.

Cuando en 1640 se movilizaron los caballeros de esta orden, dispensóle el Rey de sus obligaciones guerreras, y le encargó que escribiese el drama Certamen de amor y celos; pero Calderón quiso cumplir con ambos deberes: terminó la comedia en breve plazo, y tuvo tiempo para seguir las tropas á Cataluña, en donde sirvió, en compañía del duque de Olivares, hasta la conclusión de la campaña.

De un cargo militar subalterno que desempeñaba en Valencia, fué elevado por el conde de Benavente al mando de una fortaleza napolitana, favoreciéndole no menos los duques de Osuna y de Olivares. Pero el fin de su vida no fué tan afortunado como el principio.

Para engañarse mejor, engañando juntos á vuecencia. Pero el conde de Olivares preferirá su empleo de caballerizo mayor, que le tiene en la corte, y cerca del rey, y vuestro hijo y Zúñiga no dejarán por nada del mundo el cuarto del príncipe don Felipe.

No; no, señor; pero el incógnito había tenido una disputa con un palafranero á propósito de su viejo caballo, había querido zurrarle, sobrevinieron el señor conde de Olivares y el señor duque de Uceda, y el desconocido se descargó diciendo que era sobrino del cocinero mayor de su majestad.

El agricultor español es de una mentalidad arcaica; pierde lo más, lejano y trabajoso, por obtener lo menos, presente y voladero... Cae el crepúsculo. Los olivares se ensombrecen; cobran un tinte oscuro los cuadros de alcacel luciente; resaltan hoscas las tierras de barbechos.

Y el conde de Olivares y el duque de Uceda se alejaron hacia los Consejos, mientras el joven pasaba el arco en dirección al alcázar, murmurando: ¡El conde de Olivares y el duque de Uceda! Paréceme de buen agüero este encuentro... Ello dirá... Lo que únicamente me inquieta es el haber dejado á Cascabel entregado á aquel bergante... Pero mi tío arreglará esto y lo otro. Vamos en busca de mi tío.

¡Ah! exclamó la duquesa dando un grito, y retirándose bruscamente de doña Clara. ¿Qué es eso, mi buena duquesa? dijo con gran interés el conde de Olivares. Nada, no es nada; es un accidente que padezco... caballero añadió dirigiéndose á Juan , ¿queréis darme vuestro brazo?... apenas puedo sostenerme... y sus majestades esperan.

No sin razon se puede llamar á ese valle el huerto de Madrid, pues se distingue por la abundancia y excelencia de sus frutas y hortalizas. En España la tierra clásica de las fresas y los espárragos es Aranjuez. Su industria es muy reducida, y su agricultura de poquísima importancia, si se ha de juzgar por las escasas viñas y los diminutos olivares de algunas colinas del contorno.