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Ahora me explico del mismo modo, que Paris sea la ciudad más alumbrada, más brillante del universo. Todo lo que tire á luces, y reflejos, y visos, y prismas, entra de lleno en el gusto francés. La ley aboliendo el pauperismo, no es más que un reflejo de ese cristal; un golpe mágico de aquel palaustre, un chiste de aquel cómico.

Del drama de este último es también la escena de El mágico prodigioso, en que Cipriano cree abrazar á su amada, averiguando luego que ha estrechado entre sus brazos un esqueleto, y en El hermitaño galán, de Mescua, se observa el modelo de la larga narración del demonio del acto segundo de esta tragedia de Calderón.

Las mejillas, tan pálidas hasta entonces, se veían animadas de rosado color. Su sexo, su juventud, y toda la riqueza de su hermosura se diría que habían surgido de nuevo de lo que se llama el pasado irrevocable, y se agrupaban en torno de ella con su esperanza virginal y una felicidad hasta entonces desconocida, y todo dentro del mágico círculo de esta hora.

El mágico atractivo de aquella noche poética le produjo una sacudida de gozo: cruzó por su ser un soplo blando y voluptuoso, que le embargó algunos instantes, y en su corazón palpitaron ansias inefables, indefinibles. Volvió los ojos a Rosa y la halló hermosa y serena como el paisaje que tenía delante. Y acometido de súbita ternura hacia ella, la tomó una mano y la estrechó delicadamente.

Perla emprendió la carrera á toda prisa y pronto se halló en medio de la luz del sol, riendo, toda iluminada por su esplendor, y con los ojos brillantes de alegría. Parecía como si el rayo solar se hubiera detenido en torno de la solitaria niña regocijándose en jugar con ella, hasta que la madre llegó bastante cerca para penetrar casi también en el círculo mágico.

En El mágico prodigioso, de Calderón, se observan, al parecer, ciertas reminiscencias del argumento de esta obra. La comedia La rueda de la fortuna, de Mescua, fué en su tiempo muy famosa, según consta de la presente mención, que de ella se hace en los escritores contemporáneos.

Más allá estaban los vendedores de sandías, voceando tras sus montones de verdes bombas; las mesas de comida barata, donde cenaban chorizos crudos y morcillas secas los soldados y los labradores; y al final, los barracones de espectáculos: El teatro mágico, La mujer gorda, Los perros sabios, con órganos a la puerta que hacían sonar una música extravagante, propia de una fiesta de caníbales.

«En El mágico prodigioso se propuso Calderón el objeto difícil de representar una conciencia pagana, y de fe vacilante por la filosofía, en todos los momentos principales de su transformación en conciencia cristiana; y esto, sin ofender en lo más mínimo á las creencias católicas, sin vanas reflexiones ni aun movimientos puramente externos, respirando todo animación y vida.

Por lo demás, el tío Gorico no perdía nunca la razón; lo que lograba era envolver aquella luz del cielo en una gasa tenue, en un fanal primoroso, que le hacía ver las cosas del mundo exterior y todo lo interno de su alma y los tesoros de su memoria como al través de un vidrio mágico.

Para sus amigos era un lugar mágico, á causa de su decoración persa estilo Mil y una noches vistas desde Montmartre y de su iluminación de tubos de mercurio, que daba un tono verdoso á los salones, lo mismo que si estuviesen en el fondo del mar, y una lividez de ahogados á sus parroquianos. Dos orquestas se reemplazaban incesantemente en la tarea de poblar el aire de disparates rítmicos.