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En esto no hablemos, dijo desfalleciendo el familiar, que prohibido me está, como os he dicho, de esto hablaros, ni aun pensar en ello, so pena de gravísimos castigos; pero no tratándose de esto, y siendo verdad que por la dura comisión que he traído entretener un tanto puedo el tiempo sin que a mala parte se eche, preguntadme lo que de saber queréis, que yo os responderé en verdad, porque yo nunca he mentido.

A la fe, esto no nace de falta de habilidad, sino de sobra de pereza y penuria de discurso. ¿Queréis ver si es verdad lo que digo?

No, te advierto sencillamente que hay peligro para ti, y yo quisiera preservarte de el. ?Que quereis decir? Mira, ?no ves nada? Nada. Mira bien, te digo y sin temblar. ?Que ves ahora? Veo lo que es muy capaz de hacerme temblar, pero no temo nada, veo un espectro sombrio y terrible que sale de la tierra como una divinidad infernal.

El fragor de ésta zumbaba en mis oídos como el rumor del mar, a quien generalmente no se hace caso desde tierra. ¿Es tal vuestra impertinencia que queréis obligarme a contaros lo que allí pasaba? Pues oíd.

Tiene tiempo para fracturar veinte cofres como éste. Su esperanza quedará defraudada, porque me quedaré en casa y no haré el viaje. De ese modo... La viuda había probablemente previsto esta respuesta, que no pareció hacer gran impresión en ella. Imposible. Es preciso, Mathys, que partáis le replicó . Si no queréis salir de la casa tenéis que declararle a la condesa la causa de vuestra negativa.

Si queréis reconocer por signos seguros en el poeta la invención y el genio, que son lo mismo, deteneos a examinar aquellos personajes que se han convertido en tipos en todas las literaturas y cuyos nombres propios hacen casi el efecto de sustantivos en todas las lenguas.

Se dice añadió el narrador , que el duque... pues... su excelencia... no hay que citar nombres, tiene en su casa como preso al herido. ¡En su casa! Como que le hirieron junto al postigo de su casa. ¿Y no se sabe quién le hirió? Todavía no. Pero nadie hay preso ni mandado prender... De modo que... ¿qué más prueba queréis de que estas estocadas han venido de lo alto? Esto es grave dijo uno.

Voy a establecer mi cuartel general en el hotel de la Corona; si queréis beber, venid con nosotros. Gertrudis y Juan cambian una rápida ojeada de inteligencia; después dan las gracias, de común acuerdo. Entonces, adiós, hijos míos; y divertíos mucho. Y se aleja. Jamás lo he visto tan contento dice Gertrudis riendo.

Señor cura, voy a decir algo horriblemente indiscreto... Pero veo la mesa puesta y... ¿No podríais invitarnos a comer? ¡Bettina! dijo madama Scott. Dejadme, Zuzie, dejadme en paz... ¿No es verdad que queréis, señor cura? Pero el anciano cura no encontraba nada que responder.

Luego se acercó al grupo que formaban los hombres de la partida alrededor de la chimenea. ¿No queréis alguna canción? dijo. ¿Qué canciones tienes? le preguntó el Estudiante. Tengo muchas. La de la mujer que se queja del marido, la del marido que se queja de la mujer, Pello Joshepe... Todo eso es viejo. También tengo Hurra Pepito y la canción entre amo y criado. Ese es liberal dijo Dantchari.