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Tenía entonces cuarenta años; sentíase ágil y fuerte, y aunque su humor era pacífico y nunca había tocado un fusil, le animaba el ejemplo de algunos estudiantes tímidos y piadosos que se habían fugado del Seminario, y, según se decía, peleaban en Cataluña tras la capa roja de don Ramón Cabrera.

En el invierno se recrudeció un poco su enfermedad del estómago; además, le acometió un catarro pertinaz que le hacía toser bastante por las noches. Y como se sintiese cada día peor, tomó el acuerdo de irse en la primavera con un amigo, que le brindó a pasar dos o tres meses en una finca de recreo que tenía en la montaña de Cataluña.

Las chimeneas del vapor "Cataluña" lanzaban sus remolinos de humo que la brisa de la tarde dispersaba. Volví á bordo y seguí el rumbo hácia el puerto de Valencia. Despues de visitar la Cataluña, iba á penetrar en la España morisca, de tipo enteramente distinto. España no es un pueblo: es un conjunto de pueblos ó restos de naciones aglomeradas. Una aduana española. Del Grao á Valencia.

Desde las costas de Andalucía hasta las vertientes de los Pirineos; desde las riberas de Cataluña, bañadas por el Mediterráneo, hasta el Océano occidental, asistían los españoles al teatro, celebrándolo con su inteligencia perspicaz y magnánimo corazón, porque veían en él á mismos con perfección más ideal y más vivamente personificados, y porque, revestidas de imágenes atrevidas, admiraban las hazañas de sus antepasados y los sucesos más notables de su historia, y porque la realidad presente, como un espléndido panorama, se desenvolvía ante ellos en toda su inmensa extensión.

Por último, las invasiones sucesivas de Galos y Francos, y la dominacion que en diversas épocas han ejercido allí, despues de los Godos, los Sarracenos, los Franceses, los Aragoneses, los Napolitanos y aún los Ingleses, han trastornado de tal manera el tipo primitivo, que al cabo Cataluña, como el reflejo de las mas diversas razas, ha quedado en una situacion peculiar de fusion y de poligenésis.

Quien fuesen estos caballeros, ó de que familia de las muchas que en Cataluña hubo de este apellido. Montaner lo calla como de muchos otras que se hallaron en esta grande empresa, que ni aun escribió sus nombres; yerro por cierto, ó descuido muy notable, y de grandísimo perjuicio para las casas nobles que hoy permanecen en estos Reynos, cuyos pasados se hallaron en esta tan señalada expedicion.

Cataluña particularmente debió gustarle más, porque en la Galatea, en la novela de Las doncellas y en Don Quijote, hace exactas descripciones del país y de sus costumbres. Su residencia en Roma, por duradero que fuese su recuerdo, no fué larga.

Don Esteban sentía cierta satisfacción en molestar á su hermano haciendo el elogio de una existencia sedentaria y fructuosa. Allá en las costas de Cataluña vivían sus cuñados los Blanes, unos verdaderos lobos de mar. Esto último no lo podría contradecir el médico. Pues bien; sus hijos estaban en Barcelona, unos como dependientes de comercio, otros plumeando en el despacho de su tío el rico.

Tal era el país por donde yo comenzaba mi excursion en España, la libre y activa Cataluña, al saludar las costas de Barcelona, el 30 de marzo de 1859, desde el puente del vapor «Madrid».

El carlismo se extendía y marchaba de triunfo en triunfo. En Cataluña y en el país vasco-navarro iba haciendo progresos. La República española era una calamidad. Los periódicos hablaban de asesinatos en Málaga, de incendios en Alcoy, de soldados que desobedecían a los jefes y se negaban a batirse. Era una vergüenza.