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No puedo imaginar como ha llevado Mercurio estos poetas en su lista. Yo fui, respondió Apolo, el engañado; Que de su ingenio la primera vista Indicios descubrió que serian buenos Para facilitar esta conquista. Señor, repliqué yo, crei que agenos Eran de las deidades los engaños, Digo, engañarse en poco mas ni menos.

No, no tendría valor ni hoy ni mañana, ni nunca, ¿para qué engañarse a mismo? Mata el que se ciega, el que aborrece, él no estaba ciego, no aborrecía, estaba triste hasta la muerte, ahogándose entre lágrimas heladas; sentía la herida, comprendía todo lo ingrata que era ella, pero no la aborrecía, no quería, no podría matarla.

Porque así hay menos probabilidades de engañarse, pobre amiga mía... Además, según es el hombre se deben juzgar sus actos. ¿No quiere usted al señor de Candore? ¿Raúl? Es un buen muchacho; tiene ingenio... y un poco de corazón, no mucho... ¡Oh! Incapaz de dejarse entusiasmar más de lo que dan de las riendas... Y su madre es un buen cochero. Le calumnia usted. No, amiga mía, le excuso.

P. Fernandez, interrumpió Isagani; usted con la mano sobre su corazon puede decir que está cumpliendo, pero con la mano sobre el corazon de la orden, sobre el corazon de todas las órdenes, ¡no lo puede decir sin engañarse! ¡Ah, P. Fernandez! cuando me encuentro ante una persona que estimo y respeto, prefiero ser el acusado á ser el acusador, prefiero defenderme á ofender.

Dios es Autor de la revelacion como de la razon; su Iglesia, este Pueblo escogido, que se conviene sin discordia en la creencia de las Divinas Letras, no puede padecer engaño, ni puede decirse de ella que en esto puede errar, sin ofender la infinita veracidad de Dios, que ni puede engañarse, ni engañarnos. Diccion. Crític. artícul. Acosta tom. I. pag. 71 y artícul. Beaulieau tom.

Por este motivo es tan temible la venganza cuando obra en nombre del celo por la justicia. Cuando el corazon poseido del odio llega á engañarse a mismo, creyendo obrar á impulsos del buen deseo, quizas de la misma caridad, se halla como sujeto á la fascinacion de un reptil á quien no ve, y cuya existencia ni aun sospecha.

Mientras sostenía este monólogo, iba sacando de un cajón de la cómoda prendas de ropa blanca, a fin de hacer su equipaje, pues como todas las personas irresolutas, solía precipitarse en los primeros momentos y adoptar medidas que le ayudaban a engañarse a propio.

Así que llamamos error al presente qualquiera defecto de las nociones mentales, que pueda dar ocasion á la potencia de juzgar para engañarse, y recibir lo falso en lugar de lo verdadero. Dicen algunos, que los sentidos nos engañan con facilidad, y dicen bien.

Las dos personas que en París se interesaban por el marqués, a saber: Beatriz y la señora de Aymaret, estaban consternadas con la divulgación de tales desfavorables hablillas, pero habían acabado por engañarse a mismas, conviniendo que aquellas voces no eran más que el despecho de la envidia impotente.

Llevaban algo más: la fe que acompaña a toda muchedumbre en los primeros momentos de rebeldía, la credulidad, que la hace entusiasmarse con las más absurdas noticias, exagerándolas cada cual por su cuenta para engañarse a mismo, creyendo que fuerza a la realidad con el peso de sus disparatadas invenciones.