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Al verse entre los dos torrecillas que marcan la entrada de los jardines, le asaltó el recuerdo de Alicia. Un poco más allá habían descendido del carruaje; detrás de los árboles estaba el banco en que la habló por primera vez de su amor; abajo, al borde de las rocas, se desarrollaba el solitario camino por el que pasaron como en volandas, al amparo del crepúsculo y con las bocas juntas.

A los primeros fulgores del crepúsculo, alabó a Dios en una salutación fervorosa, y aunque no de su caletre, bien sentida en su corazón.

Entretanto, felices nosotros que podemos presenciar en estos momentos el crepúsculo de lo que fue y la aurora de lo que será.

Juan está muy avergonzado, y Gertrudis contempla a su nuevo camarada de juegos con una mirada maliciosa y provocativa. «Revoltosa». ; ese era el nombre que había dado Martín Felshammer a su mujer... Desde aquel día, se repiten las bromas en las horas tranquilas y silenciosas del crepúsculo, que Martín ama tanto.

Llegó un día en que las recogidas se alzaban sobre las puntas de los pies o daban saltos para ver algo más y despedirse de aquellos amigos que se iban para siempre. Por fin la techumbre de la iglesia se lo tragó todo, y sólo se pudo ver la claridad del crepúsculo, la cola del día arrastrada por el cielo.

Luz zodiacal.= Se llama luz zodiacal á una especie de cono luminoso que se observa después de ponerse el Sol, á fines del crepúsculo, ó por la mañana antes de la salida del astro. Este resplandor es visible principalmente por la tarde hacia la época del equinoccio de primavera y por la mañana en el equinoccio de otoño.

El autor le ha planteado; pero en la conclusión le elude más bien que le resuelve. Ha hecho bien, después de todo. En el arte agradan y dominan siempre aquellos personajes en quienes resta un fondo inaccesible a las miradas de la crítica. De este modo quedan como algo simbólico y misterioso entrevisto en el crepúsculo de la poesía, que adivina tales naturalezas más bien que las penetra.

Pero ella, entonces, la desgraciada... ¡Mírala! Está aterradora... Con la palidez de la muerte en las mejillas, Julieta se levantó de la tumba y fué á caer en los brazos de su amante. Con voz que parecía velada por el crepúsculo de la noche eterna, la hija de Capuleto esperaba la embriaguez de su dicha al despertarse sobre el corazón del bien amado.

Los dolores de esta, en fin, ofrecen, respecto á los de la manzanilla, del mercurio y del ledum de los pantanos, además de la analogía de los síntomas generales y del estado discrásico, la notable semejanza de agravarse en el crepúsculo y aliviarse por la mañana.

Y la temblaban las piernas, balbuceaba y no se atrevía a alzar los ojos por no ver a su cuñado. A lo lejos sonaban chirridos de ruedas; voces prolongadas se llamaban a través de los campos, rasgando el silencioso ambiente del crepúsculo. Marieta miraba con ansiedad el camino. Nadie. Estaban solos ella y su cuñado.